Muchos pensaréis que estoy loca, que no sé ni lo que digo. Porque si en el último post os contaba que tengo un montón de nuevas recetas para publicar, ¿qué sentido tiene que hayan pasado nueve días (¡¡¡nueve días!!!) desde entonces?
Pero tengo una explicación: la pasada semana he estado fuera de casa, en Elche, donde vive buena parte de mi familia. Decidí marcharme de forma precipitada, sin pensarlo. Tan solo me apetecía cambiar de aires, alejarme de la meseta y perder de vista el clima seco y enfermizo de Salamanca. Olvidarme por unos días de gente tóxica y, por supuesto, aprovechar, también, para visitar a mi abuelo, que está algo pachucho.
Durante estos días, he comido mucho, muchísimo. He aprovechado para hincarle el diente a todo lo que por tierras charras no vemos ni de lejos: almojábenas, rollos y rollitos de todos los sabores, murcianos (unas pastas rellenas de cabello de ángel), coca de mollitas, pasteles de carne, fogasetas...
Un sinfín de delicias.
Y eso que yo, por lo general, no suelo comprar productos de pastelería. Prefiero hacerlos yo misma porque siempre que he comprado algo, me he llevado una buena decepción. Bajo mi punto de vista, a diferencia de lo que ocurre en la provincia de Alicante, donde todavía perduran los obradores tradicionales y aún se respeta la tradición de la pastelería y la panadería artesanas, el 90% de las piezas que encontramos en Salamanca son industriales-prefabricadas-precocidas, bollería y panadería precocinada a la que, en el mejor de los casos, han dado el último fermentado. Es una pena que para encontrar buen pan tengamos que buscar en una panadería apellidada "gourmet" u hornearlo uno mismo.
Quejas panaderas aparte, el tiempo se me ha pasado volando. Cuando he querido darme cuenta me hallaba en el coche, de vuelta a casa, con las torres de la Catedral en el horizonte, y un maletero cargado con: 11 fogasetas (sí, leéis bien, no se me ha escapado ninguna cifra de más), una caja de murcianos, cuatro almojábenas de tamaño XXL, dos bolsas de embutido típico de allí e ideal para hacer arroz con costra, pelotas para caldo, cinco paquetes de cantueso, un kilo de dátiles, licores ilicitanos, empanadillas de atún y tomate (no sé cómo hacen allí las empanadillas que nada -repito, nada- tienen que ver con las que venden en Salamanca), dos pasteles de carne murcianos, una caja de miguelitos de la Roda que compré en el viaje de ida y un cargamento de productos de la tienda de Tescoma en Elche.
Total, que he pensado que mi viaje era la mejor excusa para publicar una receta de uno de los dulces típicos que más me gustan en el mundo y uno de los preferidos de mi abuelo -que desgraciadamente, por una serie de circunstancias, ya no puede comer-: los rollitos de anís.
Los como desde que era una cría, pero toda mi vida me he tenido que conformar con catarlos de verano en verano.
Hasta ahora.
Porque he descubierto que ya puedo hacer en casa una buena hornada, guardarlos en una caja de lata e ingerirlos sin piedad cada vez que me plazca. Desde que descubrí esta receta tan estupendísima, de la mano del blog Cuinant, son ya tres las veces que he repetido la receta. Me encantan.
Aunque pesé las cantidades con el fin de daros las medidas exactas, he considerado que es mejor daros la receta en volumen. Me da la impresión de que es más propio de una receta tradicional. En mi caso, he utilizado como referencia 1 cup (250mL).
Rollitos de anís:
Receta de Cuinant (las cantidades que yo os doy son la mitad de las que ella nos indica, con los que os saldrá una bandeja de horno con unas 30 unidades)
INGREDIENTES
1 taza (cup) de anís (yo, anís dulce)
1/2 taza (cup) de aceite de oliva virgen extra
1/2 taza (cup) de azúcar blanquilla
250-300g de harina
Azúcar blanquilla con un pellizco de canela molida, para rebozar los rollitos
PREPARACIÓN
Calentamos 30 segundo en el microondas el anís con el aceite de oliva y el azúcar. Removemos hasta que el azúcar se haya disuelto.
A continuación, vamos agregando la harina. Comenzamos añadiendo 200g de un golpe, y el resto, poco a poco, hasta conseguir una masa suave y manejable. Dejamos reposar la nada durante 10 minutos.
Pasado este tiempo, cubrimos una bandeja de horno con papel vegetal, precalentamos el horno a 180ºC y comenzamos a formar los rollitos. De uno en uno, rebozamos sólo una cara en la mezcla de azúcar y canela.
Cuando los tengamos todos, los horneamos durante 13 minutos a 180ºC. Los dejamos enfriar sobre una rejilla y los conservamos en un recipiente hermético.
¡¡Un besazo!!