¡Por fin terminé esta receta! Ha sido realmente una odisea acabarla. Llevo prácticamente toda la semana para elaborarla, pues quería que quedara perfecta. He tenido que echar mucha paciencia, cosa rara en mí, pero ya esta, “finiquitada”. Os presento mi querida tarta de terciopelo rojo o la también conocida como Red Velvet, a la que le he añadido un poco más de sabor gracias al chocolate blanco.
En realidad, esta receta quería publicarla en San Valentín, pero no llegué a terminarla. Entre el trabajo, que me quede sin los ingredientes, que había que esperar un tiempo por cada capa…., en fin…, que os voy a contar, que seguro que a vosotros también os ha pasado alguna vez.
Además, no era la primera vez que hacía esta tarta. En esa ocasión fue un total desastre, el bizcocho no me salió con la forma deseada (no tenía los moldes adecuados y tuve que recortarla completamente), el frosting de queso no me sabía bien y encima me quedó feísima.
Por esa razón, esta segunda vez era un reto y no quería que acabase en otra frustración en la cocina. Así que me armé de paciencia y decidí que tardaría lo que fuera, a pesar de los contratiempos que pudieran surgir. Y este ha sido el resultado final.
INGREDIENTES:
320g de azúcar.
300g de harina.
250ml de leche.
120ml de aceite.
30ml de zumo de limón.
30g de cacao.
10ml de vinagre de manzana.
2 huevos.
5g de bicarbonato.
Esencia de vainilla.
Sal.
Colorante rojo.
600g de chocolate blanco.
200ml de nata (crema de leche).
1º. Vertemos el zumo del limón en la leche, lo que buscamos es cortarla y hacer como una crema agria. A continuación, elaboramos el bizcocho. Por un lado los ingredientes secos tamizados (harina, cacao y sal) y por otro, los líquidos, donde entrarían los huevos mezclados con el azúcar, la esencia de vainilla, el aceite y la crema agria. Después lo unimos todo poco a poco. Para culminar el bizcocho, añadimos el vinagre bien mezclado con el bicarbonato, comprobaréis que hará como un efecto explosivo. Por último, echamos el colorante rojo, echad tanto como queráis, dependiendo de la intensidad que deseéis.
2º. Es el momento de hornear las capas del bizcocho. Yo compré unos moldes de layer cakes de Wilton y me fueron muy bien. Podéis hacerlo también con un molde de bizcocho normal y luego cortar las capas, pero yo soy bastante torpe y cuando lo intenté así no me salió. Por eso opté por esta otra opción. Repartimos la mezcla entre todos los moldes, que estarán previamente engrasados con aceite y harina y los horneamos a 180º unos 20 minutos.
3º. Mientras se va cocinando las capas de bizcocho, aprovechamos para hacer la ganache de chocolate blanco. Así que troceamos el chocolate y ponemos a hervir la nata (crema de leche). Luego lo mezclamos todo hasta obtener una mezcla homogénea y la dejamos reposar unas dos horas. De tal forma que se endurezca como un paté. Os podéis ayudar de la nevera en este proceso.
4º. Una vez tengamos las capas del bizcocho horneadas y frías, las desmoldamos y cortamos todo el sobrante que tengamos, ya que el bizcocho suele elevarse de forma irregular. Tenemos que conseguir que todas las capas sean lo más uniformes posibles.
5º. Es el momento de revivir la ganache de chocolate blanco. ¿Esto que quiere decir? Pues que durante dos horas hemos tenido reposando el chocolate y endureciéndose, ahora necesitamos que se convierta en una mezcla más ligera y moldeable. ¿Cómo lo conseguimos? Muy fácil, batiéndola.
6º. Ahora toca montar la tarta. Para ello, cogeremos una base redonda donde añadiremos un cucharada de chocolate y sobre ella la primera capa de bizcocho, con ello conseguiremos fijar la tarta. Sobre esta primera capa de bizcocho extendemos otra capa de ganache de chocolate blanco, bien gruesa, como a lo burro. Luego repetiremos este proceso en cada una de las capas. Por último, cubriremos la tarta por completo con una fina película de chocolate llamada “capa de migas”. Este sellado sirve para que no se levante migas del bizcocho y nos quede una cobertura totalmente blanca. Metemos en la nevera la tarta entre unos 30 minuto o dos horas, hasta que se endurezca esta capa.
7º. Pasado ese tiempo, volvemos a extender otra capa de chocolate blanco por toda la tarta y volveremos a meterla en la nevera. Repetiremos este proceso tantas veces sea necesario, hasta conseguir una cobertura perfecta. En la última capa, será cuando intentaremos dejar la tarta completamente lisa, ayudándonos de cualquier utensilio que tengamos en al cocina.
8º. Por último, decoramos la tarta de la forma que más nos guste. Yo he aprovechado los sobrantes del bizcocho, los he rallado y los he usado para espolvorear por encima de la tarta.
Como veis, no se trata de una receta fácil, requiere de muchos pasos, de mucho tiempo invertido en su elaboración, etc. A mí no me ha quedado perfecta, hay tartas red velvet mucho más bonitas que la mía, pero yo estoy realmente orgullosa .
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