a. Los que celebran San Valentín con regalos, bombones y flores
b. Los que creen que San Valentín es un invento del El Corte Inglés y se niegan a celebrarlo
c. Los que piensan que es un invento pero se felicitan con cariño cada 14 de febrero -yo pertenezco a este contradictorio grupo –
y d. Los que no tienen ni idea de qué se celebra, ni falta que les importa
A aquellos que opinan que San Valentín es un invento del Corte Inglés tengo que decirles que se equivocan. Yo he vivido en Estados Unidos, donde el día de los enamorados es fiesta grande y ahí no hay Corte Inglés. Aunque es verdad que desde que acaba la Navidad comienzan todas las tiendas a inundarse de corazones rojos, hasta que el 15 de febrero desaparecen súbitamente y todo se tiñe de verde esperando a San Patricio.
Sin embargo, tampoco los grandes almacenes americanos inventaron el día de los enamorados, aunque les venga estupendamente. Lo cierto es que es una festividad que ya en la antigua Roma se celebraba, vinculada entonces a la fertilidad -los detalles de la celebración son tan truculentos que me los ahorro- y en su intento por hacer desaparecer esa fiesta pagana, en el año 496 el papa Gelasio I declaró oficialmente el 14 de febrero como día de San Valentín.
Lo importante para mí es que, celebres San Valentín como día de los enamorados, como día del amor y la amistad o como sea, vale la pena celebrar el amor siempre que se pueda. Y no está de más marcar un día en el calendario para acordarte de decirle a tu pareja de una forma un poco más especial que le quieres.
El amor merece para mí ser celebrado siempre. Así que si tienes la enorme suerte de amar a alguien y ser correspondido, díselo hoy, ahora mismo, en cuanto lo veas.
No hace falta gastar dinero. Sólo díselo -te quiero-, cierra los ojos y dale un buen, buen beso. Verás cómo este año tu regalo es todo un éxito.
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Muchísimas gracias a la majísima Montse, que sin conocerme de nada se tomó la molestia de comprar y enviarme estos cortadores de los que me había encaprichado.
Se me rompieron las dos cabezas y hasta las piernas de la niña, pero qué importa eso si al final con un poco de glasa triunfa el amor. ¡Gracias, Montse! ¡Mucho amor para ti también!