La primavera pasa de largo en la provincia malagueña, el verano quiere llegar antes de tiempo y ya parece que llegan los largos atardeceres y nos parece que ya están aquí, en Málaga, las ansiadas noches de verano en los que poder cenar a la luz de las velas, bajo un cielo estrellado escuchando el ulular de los búhos que anidan en la centenaria Araucaria, aspirando el aroma de los jazmines... Y tú, siempre tú a mi lado.
Cuenta la leyenda de la mitología romana que tras la trágica muerte del hermoso Adonis, la Diosa Venus lloró como nunca una diosa había llorado a un amor y sus lágrimas se convirtieron en pequeñas fresas. Un fruto considerado afrodisíaco por su color rojo pasión y su forma de corazón.
Aunque si hablamos de fresa como fruto, lo hacemos de manera impropia porque el fruto realmente son los pequeños puntos que circundan la misma pieza que llamamos fruta y que erróneamente son llamados semillas.
La fresa es una planta de la familia de las Rosáceas, del género Fragaria (del latín fraga: fragante). De esa misma raíz latina, proviene el nombre francés “fraise”, de donde se derivó el vocablo “fresa”.
He podido leer que fueron los antiguos romanos quienes primero las cultivaron. Cuando Virgilio, Ovidio e incluso Plinio, los grandes poetas de la antigua Roma las mencionan se refieren a la fresa común de los bosques, que se encontraban generalmente en las lindes de los bosques.
Desde entonces su consumo estuvo muy extendido por toda Europa, de hecho en el siglo XIV, en los jardines reales de Carlos V de Francia se llegaron a cultivar cientos de variedades.
En España, concretamente en el siglo XVI durante el reinado de Felipe V, la Casa de Borbón potenció en Aranjuez el cultivo de la variedad llamada “fragania” que crecía espontáneamente en la ribera del Tajo para abastecer a la corte de éste exquisito fruto, delicado y dotado de un gran aroma que cautivó a la Reina Isabel Farnesio.
En la historia existen infinidad de referencias de las fresas; se encuentran en los altares medievales simbolizando la rectitud, incluso como ornamentación en iglesias y catedrales. En Otelo, Shakespeare adornó el pañuelo de Desdémona con fresas. Y me ha llamado poderosamente la atención el saber que las ilustres damas de otras épocas pusieron de moda bañarse en jugo de fresas para mantener la suavidad y tersura de la piel.
Así, se conocía la fresa en Europa hasta el siglo XVII hasta que llegó el “fresón” a nuestro continente desde América.
Parece ser que la planta del fresón es originaria de América del Norte y fue llevada hacia América del Sur por las aves migratorias. Los fresones denominados fresón chileno o frutilla blanca y el virginiano. Cuenta la historia que un francés al servició de Luis XIV, Amedeé-François Frézier, fue quien llevó a Francia ejemplares del fresón chileno y de paso la fama de ser su descubridor, tanto es así que muchos atribuyen el nombre de la fresa al del ingeniero francés. Una vez en Francia las variedades chilenas y virginianas acabaron por originar un híbrido conocido por fresa ananás que es el actual fresón, fresa o frutilla –como se denomina en América- que es concretamente el fresón que se produce y comercializa en Huelva.
Creo que ninguna historia iguala al periplo de la fresa. De ahora en adelante tendré muy claro a la hora de ir a comprar que pediré fresón o fresa porque lo que comemos como fresa debería llamarse “fresón” y recordar que la historia está llena de leyendas y mitos ligados a ése eje floral dulce y carnoso cubierto de muchos frutos secos individuales que llamamos fruta.
Con fresones onubenses, hoy por hoy que están de temporada he preparado éstos vasos de cuajada con gelatina de fresones.
¿CÓMO LOS HICE?
INGREDIENTES PARA TRES VASOS:
250 ml.de leche, 1 sobre de cuajada Royal, 250 grms. de fresones, 2 cucharadas de azúcar, un vaso grande de agua, 1 sobre de gelatina neutra, hojas de hierbabuena para decorar.
LOS PASOS A SEGUIR:
Disolver el sobre de cuajada en la mitad de la leche removiendo muy bien hasta que se disuelva. Poner al fuego un cazo la otra mitad de leche con dos cucharadas de azúcar. Cuando comience a hervir, retirar del fuego y añadir el resto de la leche con la cuajada, procurando en todo momento que no queden grumos.
Poner de nuevo en el fuego sin dejar de remover, hasta que vuelva a hervir. Retirar del fuego y rellenar los vasos hasta la mitad, metiéndolos a continuación en el friforifico, dejando que se enfríen y cuajen.
Lavar bien los fresones, quitar las hojas verdes, cortar en trozos la mitad y reservarlos.
La otra mitad de los fresones pasarlos por la batidora, colarlo a fin de que quede lo más liquido posible.
Disolver el sobre de gelatina en un vaso con la mitad del agua fría.
Poner al fuego un cazo con las fresas batidas, añadiendo dos cucharadas de azúcar, removiendo a fin de que se integren bien ambos ingredientes. Cuando comience a hervir, retirarlo del fuego añadiendo el vaso de agua donde se ha disuelto la gelatina. Remover muy bien para que se disuelva por completo y dejamos enfriar.
Añadir la gelatina sobre la cuajada, introducir trocitos de fresones, llenar los vasos los con cuidado, sobre la cuajada siempre endurecida.
Dejar enfriar en el frigorífico al menos un par de horas, hasta que la gelatina esté totalmente sólida.
Servir adornando con fresones y hojas de hierbabuena.
¡¡ Disfruten de los frutos que nos regala en ésta época la naturaleza !! Sean felices....