Saciador, sangriento, penetrante, lento... son términos que todo sommelier debe
conocer. Hoy vamos a centrarnos en uno en concreto: Caudalía.
No, no me refiero al centro comercial de Mieres, en Asturias, sino a algo un poco más abstracto.
Cuando se cata un vino se detiene el tiempo. Todo a nuestro alrededor queda desatendido de nuestros sentidos.
No vemos a la gente, analizamos color.
No olemos colonias, olfateamos aromas.
No tocamos manos ni cubiertos, templamos copas.
No oímos conversaciones, nos deleitamos con el "tluc-tluc-tluc" que hace una botella al servir su primera copa.
No saboreamos besos ni platos, degustamos vino.
Durante la cata de una copa nos centramos sólo y exclusivamente en ella para establecer un puente con nuestros recuerdos, para relacionarlos. Vemos, olemos, bebemos, tragamos y esperamos. Esperamos contando cuidadosamente los segundos que dura ese fantasma de sensación en nuestro cuerpo como el eco del trago que acaba de pasar por nuestros labios. en terminología de sumillería, estos segundos se llaman caudalías. Así, si un fantasma se desvanece a los 8 segundos, hablamos de un vino de 8 caudalías.
Y al igual que los buenos recuerdos, cuantos más segundos nos preste esa sensación de reminiscencia, mejor habrá sido la experiencia.