Eso la llenaba de orgullo pero también de inquietudes
Era una mujer valiente que se enfrentaba con energía y fuerza a todo en la vida y no se amedrentaba con nada que le viniese de frente
Pero, desde su infancia, arrastraba unos temores absurdos. Ser la pequeña de cuatro hermanos había tenido sus ventajas pero también había sufrido por ello
Sus hermanos no habían tenido reparos en asustarla con muchas tonterías: gusanos, lombrices, con Drácula y otros personajes que poblaron su niñez
Había llegado a la madurez cargando con todos esos pequeños miedos
Aún hoy no podía ver una película de miedo y si era de intriga, siempre con un cojín agarrado fuertemente y a ser posible, acompañada
Mudarse no había sido fácil. Su economía era limitada. No podía acceder a un piso nuevo. El edificio tenía más de sesenta años y su piso, aunque perfecto para ella sola, padecía de los achaques típicos: cañerías viejas y ruidosas, paredes como papel de fumar, interruptores "vintage"
Así que, la primera noche, cuando los ruidos de la comunidad y de la calle se atenuaron al mínimo, se dio cuenta de que iba a tener que abstraerse e intentar no obsesionarse
Había días en que no lo conseguía y cuando en plena noche la despertaba un crujido, se parapetaba debajo del edredón y de allí no salía aunque le faltara el aire, sudara a chorros o llegaba el momento de levantarse para ir al trabajo
Un día cometió el error de contar lo que pasaba en su piso a sus compañeras de trabajo, y como a sus compañeras les encantaban las historias de miedo, no perdieron la oportunidad de explicar lo que ellas creían experiencias paranormales, que les habían ocurrido a ellas, a una prima o la tía soltera del pueblo
A una se le había aparecido su abuela muerta para decirle que no se casara, se había muerto de miedo pero no le había hecho caso y "mira cómo acabé con aquel desgraciado", otra contó que en el pueblo de sus abuelos pareció la cara de una mujer desaparecida, en el techo de una casa y que cuando descubrieron al culpable, la cara desapareció, otra dijo que en algunas casas se quedaban los espíritus de las personas que tenían alguna deuda pendiente y que los ruidos y quejidos que se oían por las noches eran los lamentos de esos difuntos que no habían logrado pasar aún a mejor vida, que lo había visto en el programa del Iker Jiménez y que...
En ese punto, ella dijo que les agradecía la ayuda pero ya había tenido suficiente y que "vaya compañeras tengo"
Todo el día estuvo con esas historias en la cabeza y temía que llegara el final del día y la hora de irse a dormir
Comprobó todas las ventanas, dejó abiertas todas las puertas y corrió la cortina de la bañera para que nadie se pudiera esconder dentro. Esto último era muy importante para ella
No estaba preparada para aquel ruido, nunca antes lo había escuchado. Algo arañaba un cristal
Entre ese ruido y las historias que le habían contado sus compañeras, no tardó en taparse hasta la cabeza y encogerse tanto que las rodillas le tocaban la barbilla
A la media hora, en un arrebato de valentía y porque se estaba ahogando, decidió salir de aquel agujero de mantas, sábanas y edredón en el que se había sepultado y encendiendo todas las luces a su paso, llegó al final del pasillo y ya no llegó al comedor
Cuando vio unos ojos encendidos mirándola desde el balcón, se dio media vuelta y sin pensárselo dos veces salió a la calle
En pijama, zapatillas y con los pelos de punta como si hubiera metido los dedos en un enchufe, se la encontró su madre al abrir la puerta a las tres y media de la madrugada
Cuando iba corriendo por el barrio como alma que lleva el diablo, y ya cerca de casa de sus padres, ella sabía que lo que acababa de ver eran los ojos de un gato o eso creía, pero no podía dejar de correr y no lo hizo
Cuando su madre, después de prepararle un vaso de leche y de escucharla atentamente y con resignación, se volvió a acostar le dijo a su padre:
- Era tu hija, la pequeña. Ya sabía yo que no iba a durar mucho tiempo sola. Espero que el resto de tus hijos no se enteren de lo de esta noche...
- ¿Qué le ha pasado?
- No sé qué de los ojos de un gato que la miraban fijamente desde el balcón. Esperemos que nadie la haya visto correr en pijama por todo el barrio, menos mal que vive a cuatro calles
PD Cuento inspirado por Sílvia Yébenes
INGREDIENTES
1 kg de merluza
2 cebollas
1/2 cucharadita de cúrcuma
1/2 cucharadita de nuez moscada
1 hoja de laurel
1/2 cucharadita de sal
200 ml de agua
1 pizca de pimienta
Aceite
Perejil
1 pizca más de cúrcuma
ELABORACIÓN
Cortas las cebollas en juliana
Limpiar bien el pescado, lavar, trocear y triturar
Poner el pescado triturado en un bol
Añadir la nuez moscada, perejil, la cúrcuma, la sal y la pizca de pimienta
Mezclar y amasar bien con las manos hasta se unan todos los ingredientes
Formar las albóndigas del tamaño deseado
Poner aceite en la cubeta
Menú Cocina
Cuando el aceite esté caliente, dorar las albóndigas por tandas
Reservar encima de papel cocina
Quitar el exceso de aceite si fuera necesario
Rehogar la cebolla bien pochada
Añadir el laurel
Añadir las albóndigas
Añadir el agua
Remover con cuidado
Añadir una pizca de cúrcuma
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Cerrar la olla
Menú Cocina 8
Receta adaptada de Recetas judías de Raquel Moryoussef De Fhima
Consejos de La Farsa
*Si compráis el pescado congelado como yo, solo tenéis que dejar descongelar y quitarle la piel, si la lleva
*A mi también me extrañó que la masa de albóndigas no llevara ni huevo, ni pan rallado. Pensaba que se me iban a deshacer en cuanto las pusiera en el aceite, pero no es así