Rabia agolpada en sus oídos, retorciéndole las entrañas, subiéndole como bilis hasta la garganta
¿Quién decía que la rabia era sorda?
La rabia le consumía la cara como si estuviera febril, con los ojos encendidos
"Que se atrevieran ahora a reírse de él"
No iba permitir ninguna humillación más
"¿Qué se pensaban aquellos desgraciados?"
Años y años aguantando sus burlas, sus risas y todo a su costa
"A ver quién se reía ahora"
Se ha contenido tanto tiempo. En este trabajo y en todos los anteriores. En la universidad, en el instituto y en el colegio
Siempre el blanco de todas las mofas. Y él callaba, aceptaba. No sabía defenderse. No estaba en su ADN protegerse, responder, enfrentarse
"Se van a enterar de lo que es bueno. Van a saber quien soy yo"
Las venas de sus brazos blancos y escuálidos se le marcan de tanto apretar los puños
Como un Quijote contra molinos, él mantiene una conversación silenciosa contra todas y cada una de las personas que le apartado de su camino a empujones. Con todo aquel que alguna vez se ha mofado de él. Con todo el que ha descargado su ira contra él
Recuerda cada matón y cada insulto y vejación
Y aprieta tanto los dientes que la mandíbula está a punto de desencajarse y pequeñas gotas de saliva salen disparadas, como balas hacia un enemigo invisible
"Me lo vais a pagar todas juntas"
Nadie podría adivinar nunca lo que lleva en aquella funda alargada. Nadie, en un millón de años podría creerse lo que lleva en ella
Como nunca ha caminado en su vida, con pasos firmes y decididos, recorre el parking atestado de coches
Es sábado, el centro comercial está a rebosar
Pasa de largo escaparates y más escaparates. Su objetivo es uno
El guardia de seguridad del supermercado le saluda con un movimiento de cabeza y una sonrisilla de desprecio
Recorre, a lo largo, la larga fila de cajas registradoras atestadas de clientes deseosos de salir de allí
Se para, suelta la bolsa en el suelo. Se agacha y abre la bolsa. Saca la escopeta de dentro, intentándola tapar con sus piernas y brazos
Nadie se ha fijado en él. Nunca nadie se fija en él. Solo cuando ya no saben de quién reírse
Y empieza a disparar
A su izquierda la compañera que le dijo que no lo tocaría ni con un palo. Al lado de esta, el que le quita el tabaco. Justo enfrente, la que se burla porque todavía vive con su madre. Sobre los patines, la que le da una colleja cada vez que pasa a su lado, la que nunca viene cuando él más la necesita en su caja.
Uno de detrás de otro van cayendo
Consigue matar a nueve antes que lo puedan detener. Ha habido daños colaterales
Nueve muertos, pero para él ya es suficiente
Nueve muertos y su deuda queda saldada
"A ver ahora quién se ríe de mi", es lo último que le oyen decir cuando se lo llevan esposado
INGREDIENTES
200 g de margarina
200 g de azúcar moreno
4 huevos
200 g de harina
200 g de avellana molida
1 cucharadita de canela
2 cucharaditas de levadura
1 pizca de sal
100 ml de leche
40 g de virutas de chocolate
ELABORACIÓN
Triturar las avellanas
En un bol mezclar la harina, las avellanas molidas, la canela, la levadura y la sal
Mezclar
Batir la margarina a temperatura ambiente con el azúcar
Añadir los huevos uno a uno, no añadir el siguiente huevo hasta integrar el anterior
Añadir la mezcla de harina a la masa anterior
Añadir la leche
Mezclar con una espátula con movimientos envolventes
Añadir las virutas de chocolate
Remover
En la cubeta, colocar papel de horno que suba por las paredes 3-4 dedos
Verter la masa encima del papel
Dar unos golpes para asentar la masa y que se alise
Menú Horno 50 con tapa y válvula abierta
Tapa Horno para dorar al gusto
Receta adaptada de PequeRecetas