No sé vosotros pero a mí los dos primeros meses de 2022 se me han pasado volando.
Confío en que esta absoluta falta de tiempo termine en algún momento porque cada vez voy más acelerada y llego a menos cosas.
Hace bastante años que empecé con el reto personal de vaciar los armarios de esos ingredientes que se me antojaron imprescindibles en un momento dado y que una vez en casa la prisa por darles salida fue nula.
¡Años!
Parece que más que una cocina tuviera un ultramarinos en las baldas.
Y siendo totalmente sinceros, con algunos productos bien podria abastecer a una tienda de barrio.
Muchas veces he confesado de mi pasión por las ofertas. Yo veo un 3x2 y no atiendo a razones.
Aunque de unos años a esta parte soy mucho más comedida con las compras, especialmente en lo que a artículos para repostería se refiere.
No obstante el azar es caprichoso y aunque últimamente no tengo tiempo de abrir redes sociales en el pasado cuando comenzaba a ver huecos en las baldas ¡zas! sorteo que te toca y vuelta a empezar.
No es que yo vaya a hacerle ascos a un regalo ¡faltaba más! lo que pasa es que a veces me cuesta utilizar algunas de las cosas que me han tocado.
En una de mis batidas en los armarios de cocina fui consciente de todos los botes de mermelada que tengo acumulados.
No os vayáis a pensar que tengo un bote aquí y otro allá.
Nada más lejos de a realidad.
En casa tengo un orden marcial y cada cosa tiene su hueco. Si no está ahí es que no hay.
No hay nada que odie más que ponerme a buscar pongamos por ejemplo un paquete de harina en todas las baldas (con el desorden que supone porque por lo general es que la estás necesitando para ya) darte cuenta en el peor de los momentos que no tienes y sin embargo haberte topado con seis paquetes de arroz que ni siquiera eras consciente de tener.
Cuando cada cosa tiene su lugar no sólo es más fácil colocar la compra sino planificar las comidas porque de un vistazo sabes de lo que tienes más y por tanto hay que darle salida, de lo que tienes menos o de lo que directamente no te queda nada. Así se hace la lista de la compra en un pispás.
Os he dicho muchas veces que tengo muchas manías y esta es una como otra cualquiera.
A lo dicho, que tenía un montón de botes de mermelada, y aunque suelen tener bastante fecha a algunos no les quedaba tanto para caducar.
En casa no somos muy fans de la mermelada.
A mí eso de comerla en el pan tostado untado con mantequilla ni fú ni fa.
Soy poco de tostadas y cuando caen (una vez al lustro o menos) son casi siempre de aceite de oliva.
A veces las combino con queso, sobre todo de cabra o si hago un camembert envuelto en hojaldre. Pero si soy sincera los quesos los prefiero combinados con mermelada de pimiento, de tomate o con cebolla caramelizada.
Tampoco soy muy fan de poner una capa de mermelada a las tartas de queso.
Y con estas manías los botes de mermelada se acumulan en la cocina.
¿Cuál es la opción más rápida para dar salida a los botes enteros? Porque si abro un bote, uso poca cantidad y lo meto en el frigorífico pasa de estar empadronado en las baldas de los armarios a empadronarse en las baldas del frigorífico y a dar vueltas durante semanas lo que tampoco soluciona nada.
La opción más rápida es ponerlo en un bizcocho.
Ahí, en ingentes cantidades. Que al fin y al cabo se supone que la mayor parte es fruta. Y si es fruta es sano.
Que esta vez es una verdad a medias, pero más sana que el azúcar en estado puro digo yo que será.
Lo que está claro es que la mermelada aporta jugosidad a la masa y queda un bizcocho tierno y con mucho sabor.
Para este bizcocho usé un bote de mermelada de naranja amarga que deja un rico sabor pero un regusto amargo al final que a mí me gustó mucho pero que a Elena la sorprendió y defraudó a partes iguales.
La pobre es muy pequeña para que le gusten sabores así.
Al que más le ha gustado es a mi marido que últimamente siempre le ponía pegas a todos los bizcochos pero a este no ha podido ponerle ni un pero ¡no veáis lo poco que ha durado!
Lo bueno de esta receta es que podéis utilizar la mermelada que tengáis en casa.
Y si variamos el sabor, siempre tendremos un bizcocho diferente.
Por supuesto si hacéis mermelada casera el resultado será más saludable y muchísimo más rico ¡no cabe duda! pero yo me veo en la necesidad de dar salida a un puñado de botes que de repente me estorban muchísimo.
La receta es muy de mi estilo. No hace falta ningún aparato de cocina, sólo un bol y unas varillas manuales y en cuestión de minutos tendremos el bizcocho en el horno.
Para dar salida a más cosas usé trocitos de naranja confitada y un puñado de gotas de chocolate porque no se me ocurría mejor combinación para la naranja.
Esta vez, a pesar de pasarlo todo por harina, los tropezones se fueron casi todos abajo durante el horneado en lugar de quedarse bien esparcidos por toda la masa. ¡Para que veáis que no siempre las cosas salen bien aunque no haya explicación!
Si tenéis un bote de mermelada aburrido en la cocina ¡esta es vuestra receta! Os aseguro que no hay manera más rápida, deliciosa y sencilla que esta para darle salida.
¿Os animáis? Pues no olvidéis de contármelo ¡que soy toda oídos!
¿Un trocito para acompañar la receta?
Ingredientes:
* 300 gramos de mermelada de naranja amarga
* 100 gramos de mantequilla
* 50 gramos de panela
* 125 gramos de yogur de limón o natural
* 3 huevos
* 16 gramos de levadura química
* 300 gramos de harina
* 100 gramos de naranja confitada
* 50 gramos de gotas de chocolate
Elaboración:
1. En un bol ponemos los huevos y la panela y batimos hasta que la mezcla blanquee.
2. Añadimos la mantequilla derretida y mezclamos hasta integrar.
3. Ponemos el yogur y la mermelada y batimos hasta obtener una mezcla sin grumos.
4. Incorporamos la harina y la levadura y mezclamos hasta tener una mezcla cremosa.
5. En un bol ponemos la naranja confitada troceada y los chips de chocolate, añadimos una cucharada de harina y removemos bien.
6. Añadimos a la masa del bizcocho y con ayuda de una espátula repartimos.
7. Pintamos un molde con mantequilla y vertemos la mezcla.
8. Introducimos en el horno precalentado a 180ºC y horneamos durante 55-60 minutos o hasta que al pinchar con una brocheta en el centro esta salga limpia.
9. Dejamos templar unos diez minutos con el horno apagado y la puerta entreabierta, sacamos y dejamos enfriar por completo sobre una rejilla.
Una receta muy fácil y que sirve para dar salida a muchos ingredientes así que va para el reto 1+/-100, desperdicio cero de Marisa que si no me da tiempo a colgarla ella, tan amable como siempre, la cuelga y yo se lo agradezco de corazón.
Pequeño resumen de nuestra situación de salud.
El covid nos duró un suspiro, a la semana de mi positivo (que los demás eran negativos hasta un par de días después) dimos todos negativo. Yo asintomática y las niñas con un leve moqueo y algún episodio de tos que desapareció rápidamente. Ha sido más anecdótico que otra cosa.
La semana pasada Lara comenzó a tener fiebre sin foco el lunes noche y ha estado así hasta el domingo, que fue su primer día sin fiebre. Un poco de tos, garganta irritada y mucho cansancio. Gripe, para que no pare la fiesta.
Yo aún durmiendo con ella durante ocho días no la he cogido. Soy dura, lo sé. Más que los virus que nos rondan.
Elena se vacunó la semana pasada de todo lo que toca a los tres años. Lara se vacuna mañana (si no pasa nada más) de todo lo que toca a los seis. Soy tremendamente pro vacunas y me arrepiento de no haberle insistido más a la pedriatra en noviembre para que mis hijas se vacunasen de la gripe ¿que no lo contemplaba la Junta de Andalucía? pues le pago yo las dosis. El año que viene no voy a esperar porque luego pagan ellas las consecuencias.
Y nada más por esta semana. La próxima igual tenemos cualquier otra dolencia a tenor del ritmo que llevamos este año.
Espero que vosotros estéis más sanos. Gracias por visitar mi blog ¡nos leemos el jueves próximo!