Siempre he hecho las croquetas mezclando harina y maicena.
Pero, en esta ocasión, decidí probar a prepararlas sólo con maicena. Y he de reconocer que quedan todavía más suaves y cremosas, ¡una delicia!. Así que creo que, a partir de ahora, las prepararé siempre así.
Como estos días ando muy liada, y además ya os he metido bastante
Así que, ¡vamos al lío!.
No sin antes enseñaros una "vista panorámica" del corte que tienen (me está entrando hambre otra vez, jejeje).
Y no sin antes deciros que con esta receta participo en el "RECETARIO MAÑOSO" de este mes, que tiene como protagonista al pollo y la gallina. Apuntaos a participar, que siempre hay recetas estupendas.
INGREDIENTES.
100 gramos de pollo asado o cocido
70 gramos de jamón ibérico
6 cucharadas colmadas de Maizena
Entre 600 y 750 gramos de leche (yo utilizo semidesnatada)
Un chorrito de aceite de oliva virgen extra.
Sal y pimienta
Para rebozar: huevo batido, y pan rallado (yo uso pan rallado grueso, que se comercializa bajo varias marcas, como "Santa Rita").
Y más aceite para la fritura (siempre de oliva virgen extra, por supuesto)
PREPARACIÓN:
En primer lugar, picaremos el pollo y el jamón en daditos. Nos gusta encontrarnos tropezones (no "harina de pollo y jamón"), pero no trozos gigantes.
En una sartén grandecita y honda, echamos el aceite, lo calentamos, y rehogamos el pollo y el jamón. No hace falta que nos pasemos mucho de cocinado, basta con que el jamón "cambie de color".
Ahora, vamos añadiendo poco a poco la maizena, removiendo bien. La idea es que se sofría un poco, y vaya perdiendo el sabor a crudo. No la echéis toda a la vez, porque se os apelotonaría demasiado.
Rehogamos durante unos minutos, y vamos añadiendo la leche poco a poco. Sin dejar de remover, porque ésa es la clave de la suavidad de la masa.
Para evitaros esa odiosa frase de "leche: la que admita", os diré que "la que admite", para esa cantidad de maizena, es la que indico en los ingredientes. Con menos, os quedarían demasiado consistentes: más fáciles de formar, y quizá más bonitas de presentación, pero peores de sabor. Y, si nos pasamos de leche, después no habrá quien las forme, jajaja: tendríamos una bechamel estupenda, pero no croquetas.
Aquí, ya vamos incorporando casi toda la leche. Salpimentamos ahora (no demasiada sal, que el jamón ya lleva).
Cuando la masa se separe de las paredes de la sartén, ya casi está hecha.
La dejamos uno o dos minutos, removiendo constantemente, y la retiramos del fuego. La extendemos sobre una fuente, y la dejamos enfriar (si tenemos prisa, podemos meterla en la nevera).
Una vez fría, formamos las croquetas.
Si nos cuesta hacerlo, nos humedecemos las manos, y nos resultará más fácil.
Y las rebozamos, pasándolas por huevo batido y pan rallado.
Las freiremos en abundante aceite. Es conveniente utilizar una sartén honda, para que el aceite cubra casi por completo las croquetas.
Y también la temperatura es un dato a tener en cuenta. El aceite debe estar bien caliente, pero no hasta el extremo de que nos "arrebate" las croquetas sin que se hagan bien por dentro.
Mejor no freírlas todas a la vez, para que no nos baje en exceso la temperatura del aceite, porque eso puede hacer que nos revienten las croquetas. Yo las suelo freír de tres en tres.
Una vez fritas, las vamos poniendo sobre un papel de cocina, para que escurran el exceso de grasa.
Y, después, ¡a comer!.
A mí me gustan recién hechas, templadas, frías... ¿y a vosotros?.
Lástima que engorden, pero, de vez en cuando, nos podemos permitir ese pequeño lujo, digo yo...
Que paséis un buen fin de semana.