Aún no la ha abierto, pero saber lo que dirá
Tres meses con él. Para ella, tres largos meses de felicidad a su lado. Como una pareja, como novios. Sus paseos, sus risas, sus cines, sus cenas románticas. Él todo un cabellero, la coge de la mano, le abre las puertas, le sostiene el bolso. Con una sonrisa, siempre
Sabía que debía beberse su cara, aquellos ojos azules. Sabía que podía acabar y no se cansaba de mirarlo, de contemplarlo
No había querido hacerse ilusiones, pero se las hizo. Se construyó una vida feliz, acompañada, plácida y tranquila, con un hombre guapo y amable. Una vida, a la que ella creía que no podía optar, y llegó él y todo fue posible. Durante tres meses
Y aquella carta la devolvía a su vida de antes, a la realidad
Sabía que podía pasar, pero con el transcurrir de los días, la idea se había ido disipando. Su vida gris ya era pasado. Y aquella carta...
Él había llegado a aquel pueblo por casualidad, por una herencia de sus tíos que debía solucionar y poner en orden y aquel pueblo con sus gentes tranquilas, le cautivó. Venía de la gran ciudad, del ruido, del trasiego diario, de jornadas agotadoras de trabajo, y aquel remanso de paz le hizo creer que otra vida era posible, que había conseguido huir de la urbe y había encontrado un lugar perfecto
Pero una semana de vuelta a la ciudad por papeleo, le hizo darse cuenta que estaba equivocado. Que echaba de menos aquel ajetreo, las cenas interminables con sus amigos, las colas en los cines de estreno, las copas cons sus colegas de trabajo. Todo lo que aquel pueblo no le daba y él ya llevaba en la sangre
Ella había sido la compañía perfecta de aquellos tres meses, un detalle más de aquel pueblo. Como su iglesia, sus viejos sentados en el parque o la mañana de domingo tomando un vermut en el casino municipal. Ella formaba parte de aquel paisaje
Todo eran buenas palabras, sentidas palabras, pero su sitio no era aquel
No lloró. habían sido muchos años acostumbrándose a su vida y tres meses no eran suficientes para quebrar su entereza
Desde que recibió aquella carta, tardó tres semanas en volver a ir sola al cine, como siempre lo había hecho. Tres semanas recomponiéndose para volver a la vida que conocía antes de que aquel hombre guapo apareciera
En la taquilla, pidiendo una única entrada, se derrumbó. Los ojos se le anegaron de lágrimas y ya no pudo parar
Salió corriendo, no quería que nadie la viera, ya bastante había dado de que hablar en el pueblo
Pero la vida nunca es como la imaginamos, y cuando crees que ya te tiene derrotada y sin fuerzas, te revuelve el pelo, te borra las lágrimas y te dibuja una sonrisa, sin que tengas fuerzas para resistirte, porque las fuerzas las habías perdido en la parada anterior
Ahora mira a aquel extraño que le pregunta si se encuentra bien y cuando lograr aclararse la vista, se da cuenta que no es tan extraño
Del mercado de los sábados, el puesto de fruta y verdura donde compra. Juan, cree recordar. Siempre con palabras amables, sonrisas y la mejor fruta y verdura que pueda ofrecerle nadie
Y ella se pierde en aquellos ojos negros y sus mejillas se sonrojan como las tejas de todos los tejados de todas las casas de aquel pueblo
INGREDIENTES
4 lomos de merluza
1 cebolla grande
100 ml de vino blanco
50 g de azúcar moreno
Aceite
Pimienta
Sal
ELABORACIÓN
Cortar la cebolla en juliana muy fina
Salpimentar los lomos de merluza
En la cubeta poner aceite
Menú Cocina
Cuando esté el aceite caliente, pochar la cebolla
Cuando esté bien pochada, añadir el vermut y el azúcar
Remover continuamente hasta que se caramelice
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En un molde de aluminio, poner una cama de cebolla caramelizada
Colocar encima los lomos de merluza
Tapar con lo que queda de cebolla caramelizada
Menú Horno 5 con tapa y válvula cerrada
Receta adaptada de la Revista Love Cocina nº 62 pág.39