Las texturas forman parte indisoluble de la experiencia gustativa, y precisamente, este es un terreno que se ha venido explorando en mayor profundidad en los últimos años, con la revolución gastronómica y la cocina de vanguardia. Los juegos de texturas, o la texturización de elaboraciones clásicas, son un recurso habitual en los menús degustación de los Estrella Michelín.
La mousse, según algunos diccionarios gastronómicos, se puede definir como una elaboración, ligera, liviana o etérea.
Esta, puede variar su densidad, desde una ultraligera, casi cercana a una espuma, hasta otra más cremosa y espesa.
Aunque cuando oímos la palabra mousse en nuestra cabeza suele dibujarse un postre, también es una técnica utilizada para elaboraciones saladas.
Para un resultado dulce, suele emplearse clara de huevo batida a punto de nieve, mientras que para las saladas es más frecuente emplear crema de leche.
Algunos mousses incorporan gelatina en su composición, especialmente si estas deben moldearse o sostenerse durante muchas horas.
Las posibilidades son prácticamente infinitas, y están limitadas por la imaginación del cocinero; desde una clásica y deliciosa mousse de limón, hasta una mousse de hongos o marisco.
El origen de esta técnica es bien conocido, y aparece por primera vez en 1755, en el libro Les soupers de la cour, del afamado cocinero francés Menon.
En el se describen tres mousses, que se consideran las precursoras de las que vendrían después, a saber: mousse de café, de chocolate y de azafrán, que se preparaban con crema de leche batida, y excepcionalmente, se le añadían alguna clara de huevo.
Se servían en unos pequeños vasos de vidrio, hojalata o plata, que previamente habían sido enfriados entre hielo. La más famosa es, sin duda, la de mousse de chocolate que, como tantas otras recetas, aún continúa en disputa. Os recomiendo la receta de mousse de chocolate blanco que ha hecho Cristina en su blog de Mejorpostre por si queréis probar esta delicia.
Cómo hacer mousse de limón en Thermomix
Los cítricos, y en especial el limón, se han utilizado como perfume de multitud de preparaciones de repostería, y la mousse, no iba a escapar a su influencia.Probablemente, la mousse de limón, después de la de chocolate, sea la más conocida actualmente, y tiene su origen, cómo no, en Francia.
En alguno de los libros de la prestigiosa escuela de cocina parisina, Le Cordon Bleu, aparece perfectamente descrita la preparación de este receta.
En la receta de hoy vamos a elaborar una mousse de limón tremendamente sencilla, pero no por ello menos rica, con la inestimable ayuda de nuestra Thermomix.
Te sorprenderás al saber que puedes deleitar el paladar de tus invitados con un postre que tan solo se tarda 30 segundos en hacer.
Ingredientes:
Leche condensada 350 g.
Zumo de limón 100 g.
Nata (crema de leche) para montar 35% M.G 200 g.
Ralladura de limón o lima
Elaboración:
Pondremos todos los ingredientes en el vaso, salvo la ralladura de limón, y programaremos 30 segundos a velocidad 5. Verteremos la mezcla en 6 copas y refrigeraremos durante al menos 5 horas, aunque también podemos mandarlo al congelador. Fácil, ¿no?
Sirve frío, o en su defecto, si has hecho uso del congelador, helado. Como sugerencia de presentación, te propongo rallar un poco de piel de limón, naranja o lima con un microplane, a lo que puedes acompañar con una hoja de menta.
Sé que la mousse con nata (crema de leche) de montar es un postre pesado, demasiado graso para algunos tipos de dietas, por lo que puedes sustituirla completamente por 400 g. de yogur natural, mejor si este griego, ya que es mucho más cremoso.
Los coulis y la fruta fresca, también van muy bien con la mousse de limón; arándanos, frutas del bosque, limón, fresas o incluso chocolate, tanto blanco como negro. Otra idea original es, por ejemplo, la de añadir unas tiras cítricas cristalizadas. Os explico cómo hacerlas.
Cortaremos la piel de uno o varios cítricos distintos a nuestro gusto y criterio. Evitaremos la parte blanca, el albedo, que es demasiado amarga. La cortaremos en finas tiras, en juliana, como si de una cebolla se tratase.
Las pondremos en un cazo y cubriremos con agua mineral. Coceremos a fuego lento hasta que queden bien tiernas. Añadiremos dos cucharadas colmadas de azúcar, y dejaremos que el líquido resultante se convierta en un almíbar.
Retiraremos las pieles con ayuda de un colador, y las extenderemos sobre un papel sulfurizado. Espolvorearemos un poco de azúcar sobre las mismas y mezclaremos bien, para que queden totalmente cubiertas. Dejaremos enfriar.
Podemos conservarlas durante 4 días en un recipiente hermético. Recomiendo añadirlas justo en el momento de servir, pues si permanecen en la nevera, pueden perder su textura cristalizada. Original, sencillo, rico y sorprendente topping.
¡Qué aproveche!
Puedes ver la receta así como otras muchas recetas hechas con Thermomix, así como consejos para sacarle el maximo partido, en la web de Cocina Thermomix.