Pero empecemos como siempre por conocer un poco mejor esta receta y el origen de la mousse.
La mousse es un clásico de la repostería francesa, y por ende, de la cocina internacional, puesto que durante siglos, se encargaron de perfeccionar el arte culinario, extendiendo su influencia por toda Europa.
Este postre aparece mencionado por primera vez en un recetario que data de 1755, más concretamente en el libro Les soupers de la cour, escrito por el alquimista y cocinero Menon, que poco después se encargaría de acuñar el término nouvelle cuisine.
La mousse de piña no es encontraba entre las primeras elaboraciones, pero sí la mousse de chocolate, café o azafrán.
La base de esta preparación se hacía con nata (crema de leche) batida y clara de huevo. Posteriormente, se guardaban en hielo un par de horas antes de su consumo, sirviéndose en vasitos de plata o vidrio preparados a tal efecto.
Cómo hacer mousse de piña
Nosotros vamos a preparar una mousse como las de antaño.
Como siempre digo, la preparación de un plato comienza en el supermercado, cuando vamos a adquirir los ingredientes necesarios para su elaboración.
En este caso, debemos poner nuestra atención sobre la inconfundible protagonista; la piña. Esta fruta tropical tiene un efecto diurético muy interesante, al mismo tiempo que nos aporta bromelaína, una enzima que facilita la digestión de las proteínas.
En el mercado encontramos piñas durante todo el año, lo que invita a pensar que no siempre están recolectadas en el mejor momento. Pese a que puede sembrarse en cualquier época del año, el mejor momento para su recolección y consumo es en invierno.
La piel debe presentar un tono predominantemente amarillo y dorado, con escasa presencia de verde, lo que delatará su inmadurez.
Como cualquier otra fruta, no debe exhibir marcas, golpes o signos de deterioro. El truco más eficaz es sostener la piña por una hoja central de la corona; si esta es capaz de sostener su propio peso, significa que está inmadura y, por el contrario, si parte, es que está madura.
El resto de ingredientes son de andar por casa, siendo una receta especialmente sencilla y resultona para cuando necesitamos de un postre vistoso y sugerente, pero no contemos con tiempo suficiente como para meternos en complejas elaboraciones.
La mousse de piña se revela como un postre ligero, natural y refrescante para impresionar a familiares y amigos.
Ingredientes:
Piña natural 250 g.
Nata (crema de leche) líquida mínimo 35% M.G. 500 ml.
Azúcar blanquilla 50 g.
Miel 2 cucharadas
Claras de huevo XL 2 unidades
Pizca de sal
Elaboración:
Los ingredientes deberán estar a temperatura ambiente antes de empezar a ser manipulados, por lo que los sacaremos de la nevera con una hora de antelación aproximadamente. Lo primero de todo, será pelar la piña. En este caso, podríamos emplear también piña en almíbar, eso sí, teniendo en cuenta ese dulzor extra que tendríamos que restarlo del azúcar, utilizando para ello tan solo 25 gramos.
Es posible que nunca hayáis pelado una piña, o que lo hayáis estado haciendo de manera incorrecta. Por extraño que parezca, lo mejor es emplear un cuchillo de sierra para el pan, bien afilado. La superficie de la piña es especialmente dura, y un cuchillo normal podría resbalar con el consecuente peligro. Nos desharemos de la corona, la base y el centro de la piña, que es muy duro.
La cortaremos en trozos gruesos y la meteremos en un vaso para túrmix. Trituraremos la piña hasta convertirla en una especie de puré. En caso de que tuviéramos una licuadora o procesadora de alimentos más avanzada, obtendríamos una textura más fina y adecuada para la receta. Tampoco recomiendo colarla, ya que posee demasiada fibra y la cantidad de zumo resultaría insuficiente.
Entretanto, iremos montando la nata (crema de leche) líquida. Verteremos el medio litro en un bol amplio y la batiremos hasta conseguir una buena consistencia. Esto puede lograrse con una varilla manual, aunque recomiendo emplear una eléctrica. La idea es insuflar aire a la nata (crema de leche), para que vaya ganando volumen y estabilidad. A medida que vayamos montándola, añadiremos el azúcar y la miel.
Con esto habremos obtenido una especie de chantilly, a falta de agregarle un poco de aroma de vainilla, que dicho sea de paso, conjuga a las mil maravillas con la piña, pero no quería pervertir la receta original. ¡Experimenta sin miedo! En otro bol aparte montaremos las claras, que previamente habremos separado de las yemas con sumo cuidado, tratando de que no se contaminen.
Para montarlas, añadiremos una pizca de sal, y de nuevo, al igual que con la nata (crema de leche), batiremos enérgicamente, con movimientos envolventes de abajo hacia arriba, sin prisa pero sin pausa. Al unísono, iremos girando el bol sobre sí mismo poco a poco. Deben formar lo que se conoce como pico de loro, es decir, que al sacar la varilla, sea capaz de mantenerse erguido.
Tampoco debemos excedernos del batido, puesto que esto nos llevaría a crear grumos, una textura indeseable y que tendría difícil arreglo. Montadas las claras, solo nos queda agregarlas al bol de la nata montada (crema de leche), seguida del jugo de piña. Mezclaremos bien hasta conseguir una mezcla completamente homogénea, valiéndonos de una lengua y realizando movimientos envolventes.
Finalmente, dispondremos la mousse en copas individuales, filmaremos y refrigeraremos al menos dos horas antes de su consumo. Como sugerencia de presentación, os propongo, que cuando vayáis a servirlo, lo decoréis con un coulis de frutas de la pasión y ron. Si no queremos complicarnos la vida en exceso, bastará con colocar una hoja de menta o hierbabuena, como si de un cóctel se tratara.
¡Qué aproveche!
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