Hasta aquí todo bien, pero cuando me vanaglorié de lo ricas que me salían a mí y le expliqué como las preparaba, sin cortarse un pelo me replicó: “eso que tú haces no son torrijas ni farrapos de gaita“ (expresión muy gallega que se usa para manifestar el insignificante valor de algo) ¡y se quedó tan ancho el tipo!
El caso es que, algo herida en mi orgullo de cocinillas, acepté probar si su receta mejoraba la mía y me puse a ello siguiendo al dedillo sus indicaciones y… bueno, he de reconocer que sus torrijas son unas ¡super torrijas!
Voy a compartir con vosotros el proceso a seguir por si os animáis a preparar esta exquisitez comenzando por los ingredientes básicos:
El pan
Podéis usar el pan que más os guste pero lo importante es que sea pan viejo, es decir que lo compréis un par de días antes y dejéis que se seque. Yo utilicé un par de barras artesanas de miga densa, corteza fina y algo alveolada de mi tahona habitual. La tarde antes de comernos las torrijas empezaremos a prepararlas cortando el pan en rebanadas de unos 2,5 a 3 cm y las colocaremos en una bandeja de horno o recipiente adecuado que tenga cierta profundidad (unos 4 o 5 cm)
La leche
La pondremos a infusionar en una cazuela con peladuras de naranja (sin la parte blanca), canela en rama, azúcar y (opcional) un chorrito de anís. ¿Cuánta cantidad?, pues mis 18 torrijas se “bebieron” dos litros y medio de leche semi-desnatada, aromatizada con dos palitos de canela y seis cucharadas de azúcar (si sois golosones podéis añadir una cucharada más por cada litro). Calentamos la leche pero sin dejar que llegue a hervir, eso podemos conseguirlo si lo hacemos a fuego medio, sin prisas y removiendo durante una media hora (aprox). Tras retirarla del fuego la dejaremos templar a temperatura ambiente, después la colamos y empapamos con ella el pan que ha de quedar completamente cubierto, incluso es buena idea tapar la fuente con papel film y colocar peso encima para que las rebanadas no floten.
Y ahora llega la gran pregunta… ¿Cuánto tiempo ha de estar el pan embebido en la leche?, ¡pues toda la noche!. Esa es, según mi amigo, la diferencia entre hacer unas tostadas o unas buenas torrijas. Eso sí, a la mañana siguiente podéis encontraros en la bandeja un amasijo de pan chorreante con pinta de deshacerse en cualquier momento, no os alarméis, el truco consiste en presionar un poco cada rebanada antes de sacarla con cuidado de la fuente para que suelte la leche sobrante.
Podéis pasar las rebanadas primero por un poco de harina (eso les dará más consistencia, aunque este es un paso opcional) y luego por huevo batido antes de freírlas. Mis 18 torrijas necesitaron media docena de huevos. Y de nuevo otra pregunta… ¿Qué tipo de aceite es el más adecuado para freír nuestras torrijas?, pues el que más os guste. Personalmente prefiero el aceite de oliva 0,4º que le aporta un pequeño toque de sabor, pero si esta pregunta se la hacéis a mi madre os dirá que ni hablar, que debéis usar aceite de girasol para una fritura más suave. Ambas opciones son válidas, creo yo. Freiremos las torrijas a fuego fuerte, en tandas de tres o cuatro de cada vez, hasta que estén doraditas, procurando mantener el aceite limpio de las rebabas de huevo que quedan en la sartén tras cada torrija usando una espumadera o colador, y cambiándolo si fuese necesario. A medida que las vamos sacando de la sartén las colocamos sobre una rejilla para que escurran bien el aceite.
Y una vez bien escurridas podemos servirlas tal cual, pero lo habitual es darles un toque más de sabor. En mi caso pasé la mitad de mis torrijas por una mezcla de azúcar y canela, y la otra mitad las bañé con un almíbar de miel.
“¡Super torrijas!” también está en audio, en iVoox
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