Ayer fue un día complicado en cuanto a la organización de comidas en casa. Y me temo que será así durante unos días, como mínimo. Mi especialista Digestivo me ha mandado una dieta sin gluten estricta. Ya he estado mes y medio siguiendo una dieta sin gluten, pero ahora tengo que cuidar la contaminación cruzada y hacer de mi cocina un lugar sin gluten, además de usar mis propios cubiertos, platos, vasos, utensilios de cocina, ollas, sartenes…
De todo, lo que más me preocupa es cómo conjugar la comida del resto de la familia con la mía, así que una de las conclusiones que he sacado es que cuantos más platos libres de gluten haga para todos, menos loca me volveré…
Anoche necesitaba hacer algo sencillo y práctico y pensé en una tortilla de patatas. Ya sabéis que no como huevos, así que me animé con mi primera tortilla vegana (es curioso, pero los ocho meses en los que fui vegana antes de enfermar hace tres años, nuca me dio por hacer una). El resultado me encantó: visualmente es una tortilla de patatas “normal” y el sabor, buenísimo. Desde luego, no eché en falta el huevo. A mí, personalmente nunca me gustaron las tortillas “jugosas”: el huevo chorreando en medio de la tortilla siempre me dio repelús y nunca pude comer una así. Por eso me parece que tiene el punto perfecto cuando se corta. Quizá a quienes os guste la tortilla “jugosa” os parezca seca… A mí me parece que está perfecta. Probadla y me contáis. Podéis hacerlo por aquí o por Instagram: pulsa aquí para ver mi cuenta y sígueme si te gusta lo que ves.
Para hacer esta tortilla de patata sin huevo (la mía en una sartén de 20 cm) necesitaréis:
Dos patatas grandes peladas y cortadas en cuadraditos
Una cebolla mediana cortada en cuadraditos
Dos cucharadas colmadas de harina de garbanzos
Cuatro cucharadas de agua
Sal al gusto
Dos cucharadas de aceite de oliva virgen extra
Para darle más jugosidad a la tortilla puedes añadir medio calabacín pequeño pelado y cortado en cuadraditos.
1º. En una sartén, añade el aceite de oliva y las patatas y fríelas a fuego medio alto durante cinco minutos.
2º. Agrega la cebolla cortada y mueve bien. Añade la sal. Fríe hasta que la cebolla esté translúcida. Como hemos añadido poco aceite, ayuda a la cocción de la patata con un poco de agua: medio vaso será suficiente.
3º. Mientras. en un cuenco, vierte la harina de garbanzos, un poco de sal y el agua y mueve bien hasta que obtengas una pasta con la densidad del huevo batido (incluso un poco más líquido nos vale).
4º. Cuando la patata esté blanda y no quede resto de agua, añádelas al cuenco con la pasta de harina de garbanzos y mueve bien.
5º. Calienta la sartén y vierte un poco de aceite para que no se pegue la tortilla. Añade la mezcla de patatas y pasta de harina de garbanzos y con el fuego a media baja potencia, deja que se cuaje. Con una espátula, asegúrate de que no se pega al fondo. Tapa la sartén y déjala así hasta que veas que los bordes se van cuajando. Dale la vuelta con cuidado, con la ayuda de un plato, y deja que se haga por el otro lado hasta que esté dorada. Pruébala acompañada de ensalada en el almuerzo o en la cena, o en una tostada para el desayuno. Estoy convencida de que te va a encantar.
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