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Por los campos de mi Andalucia, los campanilleros en la ?madrugá? me despiertan con sus campanillas y con sus guitarras me hacen llorar?.me hacen llorar??
Aún cojo mi guitarra y al compás de esos acordes recuerdo aquella vieja canción que entonábamos por éstas fechas que se aproximan; hoy, cuando la escucho se me coge un nudo en la garganta y mis lágrimas afloran sin poderlo remediar.
Y es que hay canciones, que al igual que los sabores y los aromas nos asocian al cálido ambiente familiar de la niñez y que con el paso de los años, por ley de vida me hacen recordar la falta de los seres queridos, motivando que se produzca ése fuerte dolor que me llega al alma.
Pero la vida sigue, continúa?.y esos mismos acordes, me embriaga los sentidos y me hace viajar a momentos felices asociados a la Navidad.
Me zarandean con sumo cuidado, hace frio y me resisto a despertarme, aún es noche cerrada y escucho soplar el viento, me tapo aún más, pero el tenue sonido de las contenidas risas de mi madre, para no desvelar a mi hermano que dormía plácidamente en su cuna, me hacen abrir los ojos; al verlo, sorprendida, aún los abro con más intensidad.
Una cara negra, de un negro tizón brillante, que resaltaban sus blancos y relucientes dientes asomando gracias a su sonrisa bordeada por unos labios de un rojo carmín, pero a pesar de mis seis escasos años y del celeste disfraz reconozco a mi tio Rafael, su fino y característico bigote le delatan.
No era el rey Baltasar el que nos visitaba ésa noche de Reyes Magos, aunque el resto de los niños malagueños así lo creyeron aquellas navidades de principio de los años 60.
Ese día amaneció pronto, junto a la ventana, debajo de la rama de pino decorada con guirnaldas de llamativos colores, al lado del pequeño portal de Belén, mi madre había depositado quella muñeca que como cada año me ?apartaba? en Cándido, la pequeña y antigua quincalla de las cuatro esquinas del Palo y que cada día la admiraba colgada en las viejas estanterías de madera, entre cajas de hilos y botones.
En su puerta aquella joven pegada a la tenue luz de un flexo, remendando las ?carreras? de las medias, nos saludaba, casi sin levantar la cabeza cada vez que nos llegábamos, yo cogida de la cálida y protectora mano de mi madre, para ir pagando ?poco a poco? mi ansiada muñeca, que parecía pedirme que la abrazara antes del tan ansiado día de Reyes.
Junto a mi muñeca, los cuentos y la caja de lápices de colores, la espada y el disfraz de romano de mi hermano auguraban un día especial, día en que se terminaban las fiestas y volvía nuevamente la rutina diaria.
Pero ése día, al igual que en las casas de antaño, disfrutábamos de los dulces típicos expuestos en el aparador del comedor, en una bandeja con un paño blanco de encaje aún quedaban roscos de vino, ?mantecaos? liaditos en su papel y borrachuelos, junto con una botella de coñac y otra de aguardiente.
Mi madre preparaba chocolate caliente y no faltaban los tejeringos que con tanta ilusión mi madre nos traía colgados de un verde junco??
Tejeringos que mojábamos en aguardiente??aguardiente de anis, uno de los más famosos aguardientes de España, con nombres de procedencia míticos como Chinchón, Rute, Cazalla y sin olvidar el de Ojén (éste precioso pueblo malagueño a los pies de la Sierra de las Nieves).
Aguardiente, nombre tradicional que aún se conserva en Andalucía y como gusta llamar al anis los andaluces.
Licor que antiguamente nuestros mayores nos permitían ?probar? a los niños, el dulce aguardiente, incluso rebajándolo con un poquito de agua, tomando un color blanco inconfundible; no hay que olvidar que hace unas décadas se les untaba a los niños incluso en el chupete.
El anis, ya desde época inmemoriable se le atribuía propiedades medicinales, que ya lo utilizaban en Babilonia cerca de 2.000 años antes de nuestra era.
Alejandro Magno fue quien puso de moda la Pimpinella Anisum (anis), por sus numerosas bondades (perfectas para poner a punto el sistema digestivo, el circulatorio y el hormonal); que los egipcios comenzaron a cultivarlo hace más de cuatro mil años.
Originario de Oriente, donde en India por cierto mastican sus semillas para combatir el mal aliento, fueron los árabes quienes lo trajeron a España y ya en la Edad Media se hacía confitura de anis.
En Málaga, concretamente Ojen (pinchando aqui pueden conocer éste maravilloso pueblo malagueño), tiene fama de su delicioso aguardiente, de hecho ya en el año 1884 se publicitaba haciéndose famoso por toda la geografía comarcal e incluso nacional, y que tiene una bonita historia:
Un oriundo de Ojén llamado Pedro Morales fue el inventor del famoso licor. El hombre había hecho una fortuna y en 1830 decidió invertirla en su pueblo, montando una destilería de aguardiente. El resultado de sus experimentos fue un licor preparado con anís, al que se añade azúcar hasta la saturación.
El licor así obtenido tuvo tal éxito que llegó a hacerse popular no sólo en España sino también en buena parte del mundo.
Tan famoso se hizo que llegó a tener (y aún la conserva) esa copla de «una copita de Ojén» que se recita acompañada de los siete golpecitos, a razón de un golpe por cada sílaba, incluida la sinalefa.
Este licor dulzón, sea la marca que sea?.tiene su lado salado y su gracia en Navidades, junto con mi guitarra, el almirén, una castañuela golpeándola con la palma de la mano sobre la rodilla?una botella de cristal ?diamantina? marcaba el ritmo de las melodías que cantábamos a coro: mi madre, mi abuela y yo? mientras cantábamos las canciones propias de éstas fechas.
Este año ya he preparado "mantecaos" malagueños (AQUI la receta)
Pero, aunque no he preparado rosquillas malagueñas de vino moscatel (AQUI encuentran la receta)
Ni tan siquiera los clásicos borrachuelos malagueños (AQUI tienen la receta)
Sí que me he decidido, gracias a mi querida suegra Paquita, recordar los aromas especiales del anis, que con el ?rin rin? de su botella hace que empiece a ?sonar? las navidades en Mi cocina.
El sabor del dulce licor aromatizan mis dulces, en ésta ocasión un riquísimo bizcocho de anis y matalahúva, me hace soñar y viajar a mi niñez. ¿Me acompañan?
¿Cómo lo hice?
Ingredientes:
170 gramos de mantequilla (a temperatura ambiente), 140 gramos de azúcar blanca, 3 huevos, 140 gramos de harina con levadura (suelo usar de la marca Harimsa), un sobre de cada de ?gasificante? (he usado de la marca Hacendado), dos copas de aguardiente (dulce) y un puñadito de matalahúva (semillas de anis).
Los pasos a seguir:
Precalentar el horno a 180º C.
Untar el molde con mantequilla derretida y reservar.
Mientras en un cuenco echar la mantequilla junto con el azúcar y batir hasta que la mezcla blanquee y esté cremosa.
Echar los huevos, uno a uno, sin dejar de batir.
Tamizar (lo hago con un colador) la harina a la que se le ha incorporado los dos sobres de gasificante y remover todo el conjunto hasta que esté bien mezclado.
Añadir la matalahúva y el aguardiente, remover bien.
Verter la mezcla en el molde y hornear durante 20 o 25 minutos.
Dejar enfriar.
Desmoldar una vez frio.
Mi Cocina, ya huele a Navidad y como és lógico, con SABOR A MALAGA....