Es precisamente, por esta misma razón, que todos los árboles membrilleros estaban consagrados a Afrodita, que muchos sabrán, era la diosa del amor.
A nivel cultural, también tenía una gran importancia, especialmente en las bodas. Debido a su agradable perfume, las novias mordían el fruto antes del beso para que su beso fuera cautivador.
Actualmente, es una fruta humilde, pero en la Edad Media, época de escasez a muchos niveles, fue muy apreciada por alta aristocracia y los monarcas, quienes la servían en los banquetes como demostración de riqueza.
De la pulpa de esta fruta, se obtiene el dulce de membrillo, tradicional en el sur, pero muy especialmente en Puente Genil, Córdoba.
Se elabora de dos formas, en crema, apta para untar, y el dulce de membrillo, que es el que nos ocupa, que se puede cortar en taquitos y acompañarse, por ejemplo, de queso.
El dulce de membrillo tradicional se empezó a perfilar en el siglo IV, cuando al agrónomo y escritor romano Paladio se le ocurrió la idea de cocer las tiras de membrillo con miel para reducir su volumen y convertirlas en una pasta untable.
Más tarde, en el siglo VII, aparecieron algunas recetas de jaleas preparadas a base de membrillo y miel.
El gusto por este dulce es tal, que los mexicanos empezaron a cocinarlo de mano de las monjas dominicanas, siendo este legado de la cocina española y conventual de la época.
Cómo hacer dulce de mebrillo tradicional de la abuela
La temporada del membrillo va desde finales de septiembre a febrero, meses que aprovecharemos para hacernos con tan codiciada y económica fruta.
Al ir a comprarlos, debemos cerciorarnos de que, como cualquier fruta, tengan la piel sin golpes.
Seleccionaremos los más maduros, que a menudo tienen manchas marrones y un tacto bastante blando.
Muchos se preguntarán como conseguimos aglutinar la pulpa de esta fruta y conformar un bloque. Este proceso es posible gracias a un elemento que se encuentra de manera natural y en gran cantidad en el membrillo; la pectina. Un homopolisacáridos que en presencia de agua forma geles.
Por tanto, para esta sencillísima receta, tan solo necesitaremos dos ingredientes: membrillos y azúcar blanquilla.
Ingredientes:
Membrillos 2 kg.
Azúcar (80 % del peso de la pulpa cocida)
Elaboración:
La receta tradicional de la abuela tan solo lleva membrillos y azúcar. Algunas personas consideran que el membrillo debe pelarse antes de cocerse, pero lo cierto es que la piel aporta aroma y matices al resultado final, por lo que en mi opinión es mejor dejarla para el proceso de cocción. Cogeremos una olla y pondremos los membrillos dentro, bien cubiertos de agua, y los llevaremos a ebullición.
Los mantendremos a fuego medio, y transcurridos 45 minutos, o hasta que observemos que están blandos, los retiraremos del fuego y rescataremos del agua. Cuando estén tibios, y con cuidado de no quemarnos, iremos retirando la piel y el corazón, ya que este es demasiado duro. Extraeremos la pulpa con cuidado y la iremos apartando en un bol.
Pesaremos la cantidad resultante en una báscula de precisión, y a continuación, partiendo de esa cantidad, calcularemos el 80 % de su peso en azúcar. Es decir, si hemos obtenido un kilo, emplearemos 800 g. de azúcar blanquilla. En una cacerola con poca altura pondremos la pulpa junto al azúcar, y a fuego medio - bajo, iremos removiendo con la ayuda de una lengua o cuchara.
Tras disolverse el azúcar, proceso que se demorará unos 10 minutos, y valiéndonos de un túrmix, trituraremos la mezcla para obtener un puré fino. Esto podemos hacerlo con la cacerola fuera del fuego. Tras obtener una textura más fina, volveremos a darle calor, a muy baja temperatura, durante al menos una hora más, ya que la pectina necesita calor para disolverse en el agua.
Recordad que esta elaboración es propensa a agarrarse a las paredes y el fondo de la cazuela, por lo que deberemos ser insistentes con el movimiento. Pese a ser una operación sencilla, puede llegar a resultar pesada, por lo que recomendamos que haya alguien que nos coja el relevo. La textura a lograr debe ser consistente, tanto como para lograr sostener la lengua de pie.
Entretanto, la pulpa, además de espesarse, habrá ido tornando en un color más oscuro, fruto de la caramelización del azúcar. Depende del membrillo, su maduración, así como de la fuerza de las cuchillas del túrmix, la textura puede ser más grumosa o más fina. En el caso de que no haya quedado todo lo suave que desearíamos, volveremos a insistir con el túrmix, hasta obtener la textura adecuada.
Al alcanzar el punto deseado, tan solo tendremos que apartarlo del fuego y volcarlo en moldes, preferiblemente de cristal y rectangulares. Los típicos táperes para almacenar comida sirven perfectamente para este menester. Dejaremos atemperar un poco, y cuando haya equilibrado su temperatura con la del ambiente, lo filmaremos o taparemos y lo mandaremos a la nevera.
Antes de empezar a consumirlo, debe permanecer refrigerado 24 horas, tiempo suficiente para que las pectinas terminen de hacer su trabajo. El resultado será un apetitoso dulce de membrillo que podremos dividir fácilmente con un cuchillo. Puede ser un acompañante ideal para quesos de cualquier tipo, que además podemos coronar con unas nueces de macadamia. ¿Suena bien, verdad?
En lo relativo a la conservación, el membrillo tiene una fecha de consumo preferente indefinida, aunque recomiendo consumir en los 3 meses posteriores a su elaboración.
¡A disfrutar!
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