Después de varios días de amenazas, el cielo se encabritó y abrió sus compuertas: truenos, rayos y lluvias inundaron la tarde, como si hubiera llegado el fin del mundo. Cuando llovía de aquel modo apocalíptico y el calor cedía, Irina conocía un método inmejorable para esperar el paso de la tormenta: Tomaba cualquier cosa que le llenara un poco el estómago, se dejaba caer en sofá, abría una asmática novela rusa, de las densas e inhóspita cual tundra y que leerlas da más calor que un traje de pana en agosto, leía un par de páginas sin entender nada y, al recibir aquel bofetón en el cerebro, arrebujada en el ruido de la lluvia, se dormía, como una niña acabada de mamar. Cuando se despertaba, un par o tres de horas después, a Irina siempre le entraban ganas de cocinar. Caprichos de la tempestad, decía. Aquella tarde, había tenido el mismo desenlace que cualquiera otra anterior pasada por agua. Se desperezó, se preparó un té y agarró su viejo y raído cuaderno de “recetas para días de lluvia”. Eligió una al azar y mentalmente, entre sorbo y sorbo de té, fue repasando los ingredientes: lo tengo, sí que tengo… Así, ingrediente tas ingrediente, hasta que comprobó que contaba con todos los necesarios para preparar:
EBELSKIVER (buñuelos daneses)
Ingredientes para unos 25 buñuelos:
150grs. de harina de todo uso.
1/2 C. s de azúcar.
1/2 C. c de levadura (Royal).
¼ C. c de sal (opcional).
2 huevos (separadas las yemas y claras).
250 ml de leche semidesnatada.
2 C.s de mantequilla a temperatura ambiente.
Spray para cocinar o aceite de girasol.
Elaboración:
En un bol amplio colocamos los ingredientes secos (harina, azúcar, levadura y sal).
En otro recipiente batimos las yemas y le agregamos la leche y la mantequilla. Batimos esto muy bien.
Juntamos los ingredientes secos con el batido de huevos, leche y mantequilla; intentaremos que no nos queden grumos. Batimos las claras (con ayuda de la batidora eléctrica) a punto de nieve fuerte. Añadimos las claras a punto de nieve con movimientos envolventes a nuestra mezcla anterior.
Dejamos reposar mientras rociamos con spray para cocinar (o untamos con aceite de girasol) los huecos de nuestra sartén. Ponemos la sartén a fuego medio y cuando esté tibia añadimos 2 C. soperas de la masa en cada agujero (como 1/3). Agregamos 1 C. de café de nuestra mermelada preferida
y se la añadimos a la masa y encima ponemos otra C. sopera de masa. Cuando comience a “burbujear” le damos la vuelta con 2 brochetas de madera y cocinamos hasta que estén dorados por abajo.
Nota: Me he acordado de “la Sirenita” y de todos los cuentos de H.C. Andersen… y no para bien precisamente, cuando le daba la vuelta con los palillos de brocheta ¡Santo…dios! Que cosa más difícil. Pero al final, le he cogido "el punto" a los palillos.
Otro día pondré una versión salada.