Había empezado a odiar a aquella mujer, que hoy enterraban, a los pocos meses de casarse
El mismo día que su hijo la llevó a comer por primera vez con sus padres, esa mujer la trató poco menos que como una fulana. con comentarios velados y cargados de desprecio, que a nadie les pasaron desapercibidos
Su hijo intentó quitarle hierro al asunto. Que si era normal. Que si era su único hijo. Que si nunca les había presentado a ninguna chica. Que si con ese paso ellos se daban cuenta que aquello iba en serio
Hasta el día de la boda, su relación con ella fue nula. No porque no se vieran, sino porque cada vez que ella llegaba a su casa, su suegra procuraba desaparecer horas y horas en la cocina, ignorándola por completo
Nunca la vio sonreír. A ella, nunca
El mismo día de la boda la insultó tan gravemente que estuvo a punto de no casarse. Se le ocurrió presentarse en la iglesia con la ex novia de su hijo, en un último intento de que aquello no prosperara. Fue el único día que vio a su marido enfrentándose a ella, su suegro ni se atrevió
A partir de la boda, ella creyó que había ganado la partida. Nada más lejos de la realidad
Fueron años y años de malmeter, de mangonear y de dejarla a la altura de betún
Nunca sintió que su marido estuviera cien por cien con ella, siempre había una sombra que sobrevolaba su matrimonio
No sabía cómo, pero siempre se intuía la mano de su suegra en cualquier decisión que tenían que tomar como pareja
Con la llegada de sus hijas, todo se complicó
Llegó a decirles auténticas barbaridades de ella. Las únicas discusiones que había en la familia era por culpa de su suegra
Su marido siempre la excusaba. Era su madre, qué podía hacer
Los años no apaciguaron la relación. Por el contrario, ella no se conformó con mantener una actitud sumisa de respeto y silencio. Entró en la batalla pertrechada con toda la artillería. Había aprendido de la mejor
Si su suegra les invitaba a pasar las vacaciones de verano en la casa del pueblo, ella, sin pérdida de tiempo, montaba unas estupendas vacaciones en un crucero pagado al contado. Cuando llegaba el cumpleaño de las niñas, les preparaba una fiesta sorpresa lejos de la ciudad y con niños de sus edades
Utilizaba la misma táctica que su suegra: "Lo siento, lo olvidé"
Estas jugadas, en lugar de dar la partida por zanjada, daba alas a la imaginación de la anciana que siempre tuvo una mente despierta y muy retorcida
Treinta años de matrimonio. Treinta años aguantando a aquella mujer bruja a la que hoy enterraban
Aquella que le había hecho la vida imposible. Aquella a la que le había deseado la muerte infinidad de veces. Su suegra
Treinta años viviendo un pequeño infierno y ahora resbalaban por sus mejillas aquellas dichosas lágrimas
PD Cuento inspirado por Silvia Yébenes
INGREDIENTES
12 hígados de pollo
2 cebollas
2 pimientos verdes
3 dientes de ajo
200 g de tomate triturado
200 ml de vino de Jerez
1 cucharada de pimentón
Aceite
Tomillo
Sal
Pimienta
ELABORACIÓN
Cortar las cebollas en juliana
Cortar los pimientos en juliana
Picar los ajos pequeño
En la cubeta, poner un poco de aceite
Menú Cocina
Salpimentar los higaditos
Saltear los higaditos
Reservar
Añadir un poco más de aceite en la cubeta
Sofreír los ajos, la cebolla y el pimiento
Cuando esté la verdura bien pochada, añadir el tomate triturado
Menú Cocina 5 tapa cerrada
Dejar despresurizar
Añadir el pimentón, tomillo y los higaditos
Remover
Menú Cocina
Añadir el vino
Dejar que evapore el alcohol
Cancelar menú anterior
Menú Cocina 5 con tapa cerrada
Receta adaptada de las fichas coleccionables de La cocina de mi abuela de Planeta de Agostini