En Galicia estas fiestas se viven con intensidad y tienen una larga tradición popular, hasta el punto de que en algunas zonas rurales se continuó celebrando el Entroido a pesar de la prohibición de la dictadura.
Hasta siete carnavales gallegos poseen hoy la calificación oficial de “fiesta de interés turístico”.
Junto al “triángulo mágico” de Xinzo de Limia, Verín y Laza, (con sus “pantallas”, “cigarróns” y “peliqueiros” respectivamente), son igualmente espectaculares los entroidos de Viana do Bolo con su “boteiro y folións”, el elegante carnaval de Cobres, con sus “madamas e galáns”, el de Manzaneda con su “mázcara, folión y foliada” y el de la comarca da Ulla, con su “entroido dos xenerais”.
Y también otros ejemplos quizás menos conocidos, pero no por ello menos vistosos, como el “entroido ribeirao” de la comarca de Chantada en Lugo, con sus “volantes”, personajes de una enorme carga simbólica, cuyo atuendo es de los más impresionantes entre los carnavales gallegos.
Naturalmente, el Entroido va unido siempre a una buena mesa con suculentos platos. El cerdo es el protagonista indiscutible (lacón, chorizo, androlla, cacheira), acompañado de patatas, grelos, garbanzos…
Y para los más “larpeiros”, estas fiestas nos saben a gloria, porque el desfile de exquisiteces es interminable: filloas, bica, torrijas, flores, orejas… ah! y licor café… importante que no falte ;)
La receta que os traigo hoy es una de esas “larpeiradas”. Se trata de las típicas “orejas de carnaval”. Y aunque en esto de las recetas tradicionales, cada maestrillo tiene su librillo, yo las preparo de la manera siguiente.
Estos son los ingredientes que emplearemos en su elaboración:
– Algo más de 500 gr de harina.
– 2 huevos.
– Unos 100 gr de mantequilla (la receta tradicional lleva manteca de cerdo).
– Unos 150 gr de azúcar glacé.
– La ralladura de una naranja, o un limón, o dos mandarinas (lo que más os guste).
– Unos 150 ml de agua templada.
– Una copita de anís o , como en este caso, un par de cucharadas de esencia.
– Una pizca de sal.
– Aceite de oliva suave o de girasol para freír las orejas, y más azúcar glacé para espolvorearlas.
Comenzaremos por lavar muy bien la fruta que vayamos a emplear, en este caso una naranja. La rallamos y la reservamos.
En un bol grande ponemos el agua templada, un pellizco de sal, la mantequilla previamente derretida, la ralladura de la naranja, el azúcar, el anís y los huevos. Mezclamos bien, hasta conseguir una crema sin grumos. A continuación vamos añadiendo la harina tamizada poco a poco, mezclando primero con varillas y luego con la mano hasta obtener una masa suave de trabajar, húmeda y manejable. La dejamos reposar por espacio de, al menos, una hora.
Y llega el momento de estirar la masa. Cogemos pequeñas porciones, del tamaño de una nuez más o menos, las aplastamos con la mano, luego las vamos estirando con la ayuda del rodillo y las cortamos en dos o tres piezas para que resulte más sencillo freírlas. El secreto está en hacerlas lo más finitas posible, como papel, y en untar ligeramente con aceite el rodillo y la mesa donde vayamos a trabajar para estirarlas mejor. Recordad, cuanto más finitas las hagáis más sabrosas os quedarán.
Y ya sólo nos queda freír en aceite abundante de girasol o de oliva suave, a fuego medio, por ambos lados. Tened cuidado por que si os despistáis se os pueden quemar con facilidad. Este es el momento más delicado del proceso, ya que tenemos que estar pendientes de estirar, cortar y freír a un tiempo y a veces faltan ojos y manos :D pero no os preocupéis demasiado, todo es cuestión de práctica. Quizás las primeras os salgan un poco “chuchurrías”, pero enseguida se le coge el tranquillo al asunto.
Escurrimos sobre papel de cocina y las espolvoreamos generosamente con azúcar glacé.
Y después de dejarlas enfriar un poquito, ya estarán listas para ser saboreadas. Deliciosas !!! :)
Y aquí os dejo un enlace con mi recomendación particular… disfrutad del Entroido!