Para los que no lo conozcáis, un pastel vasco, como su propio nombre indica, no deja de ser un pastel de 2 metros, jajajaja. No, perdonad por el chiste tan malo. Vamos a hablar un poquito de él para que le conozcáis un poco mejor.
La Comunidad Autónoma Vasca y Navarra, son posiblemente las regiones de España, que cuentan con la gastronomía más amplia y variada, pues dentro de sus lindes confluyen todos los ecosistemas posibles, desde la riqueza del Cantábrico, hasta sus fecundas tierras con lluvias frecuentes, sin olvidar los profusos pastos, que sirven de sustento a las reses de ganado.
Allí se han erigido algunas de las escuelas gastronómicas más importantes del país, ostentando además un buen número de estrellas Michelín entre sus restaurantes. Además nos han dado a Arguiñano, jajaja.
Muchos platos han llegado al resto de la península, especialmente los relacionados con el mar, como el increíble bacalao a la vizcaína por poner tan solo un ejemplo. Sin embargo, los postres han sido guardados celosamente dentro de sus caseríos y pastelerías.
Desde la Edad Media, este pastel ha logrado engatusar los paladares de sus habitantes, siendo en la actualidad una institución que cuenta incluso con un museo propio, organizando un festival anual que congrega a pequeños productores de la zona. Hoy aprenderemos a elaborarlo en nuestra casa.
Esta especialidad, que si bien es trabajosa, pero no complicada, es originaria de los caseríos ubicados en la región histórica de Leopardi.
A menudo, el pastel vasco recibía el nombre de Etxeko biskotxa o Biskotxa, que puede traducirse como pastel de la casa.
Probablemente, las primeras versiones poco o nada tengan que ver con la presente, además, es posible que estuvieran preparadas con una simple masa de pan hecha con harina de maíz, dando lugar a un alimento más tosco y menos apetecible.
Cómo hacer un pastel vasco
Con el paso de los años, la receta del pastel vasco evolucionó desplegando un sinfín de rellenos entre los que destacamos, las moras, cerezas, endrinas o higos.
El boom turístico en la costa de Lapurdi, en el siglo XIX, permitió la explotación de este postre a nivel comercial. Entrado el siglo XX, se popularizó una versión rellena de crema pastelera, que es casi con total seguridad la más habitual e internacional de todas.
Básicamente, consta de una masa quebrada o brisa, rellena de una clásica crema pastelera. ¡Manos a la masa!
Ingredientes:
Nata (crema de leche) de repostería 35 M.G. (crema pastelera) 100 g.
Leche entera (crema pastelera) 400 ml.
Ralladura de naranja (crema pastelera)
Maicena (crema pastelera) 60 g. - Comprar
Yemas (crema pastelera) 5 unidades
Pizca de sal (crema pastelera)
Harina floja (masa quebrada) 350 g.
Azúcar glas (masa quebrada) 130 g.
Mantequilla fría (masa quebrada) 200 g.
Huevos (masa quebrada) 1 unidad
Pizca de sal (masa quebrada)
Elaboración:
Es posible que nos sintamos abrumados por la lista de ingredientes, pero si te fijas bien, la mayoría son compartidos por la masa y el relleno. Se trata de dos elaboraciones básicas, con las que luego armaremos el pastel. Comenzaremos por el relleno. En un bol amplio blanquearemos las yemas y el azúcar, batiéndolas con una varilla hasta que palidezcan y surjan burbujas en la superficie.
Apartaremos un poco de leche de la cantidad especificada y disolveremos la maicena, al mismo tiempo que infusionaremos la restante con la ralladura de naranja, y opcionalmente, aparte, con una vaina de vainilla o, en su defecto, un poco de esencia. La leche disuelta con la maicena la verteremos en la mezcla anterior, y posteriormente, la dispondremos en un cazo.
Pondremos el cazo a fuego medio - bajo, y sin parar de remover ni un instante, agregaremos el resto de la leche ya infusionada, la nata (crema de leche) y una pizca de sal. Seguiremos removiendo con ayuda de una varilla o lengua, tratando de que la crema no se agarre en el fondo del cazo. Sabremos que está lista cuando haya espesado y se desprenda con facilidad de las paredes del cazo.
Finalmente, la introduciremos en una manga pastelera, y refrigeraremos hasta que nos haga falta. La masa del pastel vasco no podría ser más sencilla. En un bol limpio conformaremos un volcán con la harina, la pizca de sal y el azúcar glas. Justo en el centro, echaremos la mantequilla fría cortada en daditos, y la integraremos dando lugar a una especie de migas, consiguiendo una textura arenosa.
A continuación, incorporaremos el huevo, mezclándolo de manera homogénea, pero sin amasar, ya que no queremos que la masa desarrolle gluten. Daremos forma de bola a la masa, la filmaremos al ras, y refrigeraremos al menos durante una hora. Transcurrido el tiempo, la sacaremos, y ya podremos armar nuestro delicioso pastel vasco.
Dividiremos la masa en dos, y las estiraremos en forma de disco, de unos dos o tres milímetros de espesor. Uno de ellos, debe ser ligeramente más grande que el otro, pues irá en la base y aprovechará para cubrir también las paredes del molde. Recomiendo, un molde de tipo quiche, con el que os resultará supersencillo desmoldar el pastel una vez horneado.
Acomodaremos la base y los bordes, dándoles forma y recortaremos el sobrante si lo hubiera. Sacaremos la manga pastelera del frigorífico, y rellenaremos prácticamente al ras del molde, tras lo cual, si fuera necesario, volveríamos a refrigerar la masa con el relleno. Cubriremos con la otra mitad de masa, y pellizcaremos los bordes para conseguir una unión perfecta.
Pintaremos con huevo batido toda la superficie, y la agujerearemos con un tenedor como si de una empanada se tratase. Precalentaremos el horno a 180 °C, con calor arriba y abajo, e introduciremos el molde a media altura sobre una rejilla. Hornearemos por un tiempo aproximado de 45 minutos, o hasta que esté ligeramente dorando por encima.
Lo sacaremos del horno, y aguardaremos a que se enfríe antes de desmoldarlo. Puede conservarse en el frigorífico bien filmado al ras, aunque es preferible consumirlo en las próximas 48 horas después de su preparación, puesto que la masa quebrada no tolera del todo bien el frío, volviéndose correosa con el tiempo. ¡Puedes acompañarlo con unos frutos rojos!
¡Qué aproveche!
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