En este país a veces lo mejor es no pensar y dejarse llevar, ¡esto es Cuba amigo!
Sabias palabras que escuchamos de aquél taxista en la madrugada del primer día que visitamos Cuba por primera vez. Fue en el año 1999 y una vez más, éste viaje comenzó siendo una verdadera aventura.
Las más de doce horas de viaje desde Madrid a La Habana no fueron óbices para nada más llegar, pasear por El Malecón al atardecer mientras las olas rompían dulcemente en sus viejas piedras sintiendo en la piel el calor y el olor caribeño, al suave compás de un lejano “son” cubano.
El cansancio quedó a un lado, nos dejamos llevar por la ilusión y el entusiasmo de visitar Cuba por lo que tras el paseo fuimos a cenar al famosísimo Cabaret Tropicana (Inaugurado en 1931 y descrito desde entonces como "Un Paraíso Bajo las Estrellas", rodeado por una exuberante vegetación, recrea la concepción del show de los años 50, con más de 200 bailarines en un escenario sencillamente sorprendente),a pesar de que nos recogerían a las cinco de la mañana para volar hasta Cayo Coco.
Aún no había amanecido cuando estábamos a las puertas del hotel Tryp Habana Libre, donde nos alojamos, como efímeras estrellas de cine y personalidades de los viejos años 50; habíamos quedado con el responsable de Travelplan para desplazarnos hasta Cayo Coco. Y ahí comenzó otra de nuestras odiseas.
Se acercaba la hora de salida del vuelo y no llegó nadie a recogernos, por lo que pedimos un táxi. ¡No piensen, hay que dejarse llevar.ésto es Cuba amigo!
El destino: un pequeño aeropuerto doméstico donde nos pareció que el taxista no sabía llegar. Amable, atento, súper culto, nos hablaba continuamente de sus estudios, de su vida, de su amada Cuba mientras conducía por pequeñas carreteras entre una tupida vegetación de altos cañaverales, buscando el pequeño aeropuerto, dando vueltas y más vueltas.
Llegamos por fin, con el corazón en un puño por la peripecia vivida y llegamos a pie hasta la zona de embarque; subir a aquella avioneta del año de antaño, por la parte trasera, donde no había más de diez asientos, tras el del único piloto mientras decía la azafata que nos sentáramos donde más nos gustara me hizo sentir el viaje al más puro estilo de las películas de Indiana Jones.
En un vuelo de poco más de medio hora, comenzamos a divisar Cayo Coco; un auténtico paraíso (en aquellos años, si mal no recuerdo el Hotel Melia Cayo Coco al que nos dirigíamos era el único de la preciosa isla caribeña). Cayo Coco posee una barrera coralina de 400 kilométros, siendo considerada la segunda más importante a nivel mundial y desde las alturas podíamos ver la claridad de sus azules y turquesas aguas, donde practicar submarinismo: ésa era nuestra prioridad, poder bucear, ver la fauna y flora marina.
El Paraiso con el que llevábamos soñando desde mucho antes de tomar el avión que nos llevó a Cuba, uno de los lugares más maravillosos que existen en el mundo pensaba en todo momento.
Quedé fascinada y cautivada por aquellas aguas más turquesas que había visto jamás. La arena blanca, fina, la siento suave en mis pies, entre mis dedos como si de harina se tratase mientras me dirijo hacia el mar, me atrae la visión de un agua cristalina que se va fundiendo a lo lejos con un azul intenso. Su temperatura me sorprende, aún no aprieta el calor del Sol cuando el agua está caliente, muy caliente y me invita a pasar horas en la mar, sumergida, a remojo, flotando con los ojos cerrados, sintiendo que desaparezco durante unos instantes.
Llegó la hora de adentrarse en el mar caribeño, llevábamos nuestro propio equipo de buceo, por lo que una vez que llegamos al hotel, en media hora, en una lancha rápida nos encontrábamos en la barrera de coral; fue entonces cuando por primera vez en mi vida pude divisar ésos fondos marinos, ése mundo fascinante, inmenso, una explosión de vida, de color, algo mágico e indescriptible. ¡¡ Era verdaderamente el paraíso !!
Dos horas dentro del mar y a la vuelta, un almuerzo en La Picuda, en la misma orilla, donde las hamacas se dejan mecer por la suave brisa, colgadas de verdes palmeras de cocos que besan a veces el rebalaje donde el rumor de las pequeñas olas hacen de banda sonora y te arrullan, te adormecen.
Suena música de fondo, cubana y quiero que el tiempo se detenga ¿para qué darse prisa en nada? Sólo quiero dejarme llevar y disfrutar, vivir ése instante.
Momentos grabados en mi memoria, no puedo dejar de recordar que entonces, ya no me cupo ninguna duda, lo había comprobado personalmente: El Paraíso existía, y está en Cuba.
Después de aquella aventura, mi marido y yo volvimos en dos ocasiones más.La Habana, Varadero, Cayo Blanco, Cayo LargoLa perla del Caribe, Cuba, donde sus costas, tierras, islas, mar, el exotismo de las plantas, la variedad de aves, fauna, peces, frutas, paisajes hacen de éstas Islas el Edén de colores, aromas y sabores que lógicamente destellan en su gastronomía, en su cocina.
El mango, coco, cilantro, camarones, pescado..me hacen viajar gastronómicamente a ésos países allende los mares, en éstos días en los que debemos no salir #YoMeQuedoEnCasa pero no dejo de viajar gastronomicamente a ésos países lejanos de mis sueños. Hoy al Caribe.
¿Me acompañan? Vamos anímense y preparen éste salmón a la plancha con langostinos sobre una salsa de coco, mango y ése toque de ron.
¿CÓMO LO HICE?
INGREDIENTES PARA UNA PERSONA:
Un trozo de salmón (limpio de piel y espinas, 150 grms. aproximadamente), 12 gambas blancas (ya peladas), un mango maduro mediano, un vaso pequeño de leche de coco, un trozo mediano de cebolla blanca dulce, un diente de ajo, una copa pequeña de ron añejo, sal, pimienta negra recién molida, aceite de oliva virgen extra.
INGREDIENTES PARA ADORNAR:
Brotes baby tiernos, una cucharada pequeña de sucedáneo de caviar, esferas de aceite de oliva virgen extra (se pueden encontrar en supermercados-tiendas especializadas; en su defecto algunas gotas de aove)
LOS PASOS A SEGUIR:
Picar la cebolla y los ajos en trozos pequeños. Pelar y cortar el mango en trozos cuadrados, reservando una parte para la decoración del plato (los más perfectos).
En una cacerola echar dos cucharadas soperas de aceite y pochar a fuego medio la cebolla y los trozos de ajo. Cuando comiencen a clarear, incorporar los trozos de mango salpimentando al gusto, removiendo de vez en cuando, durante tres o cuatro minutos, hasta comprobar que los trozos de mango estén tiernos.
Añadir el ron y dejar evaporar, incorporando a continuación la leche de coco. Dejar cocer durante cinco minutos.
Apartar del fuego y pasar por la batidora hasta conseguir una crema lo más fina posible. Reservar caliente.
Colocar una sartén al fuego y cubrir el fondo con un poco de aceite de oliva virgen extra. Una vez caliente, colocar el trozo de salmón en la sartén.
Cuando el salmón vaya cambiando de color, darle la vuelta con cuidado echando a su lado las gambas. Salpimentar al gusto, ir dándole las vueltas a las gambas. Cuando éstas estén hechas y se compruebe que el trozo de salmón está listo, apartar la sartén del fuego.
Es la hora de emplatar: En el plato echar la salsa de mango y coco, incorporar el salmón y las gambas, adornar con los brotes tiernos, las esferas de aceite y el sucedáneo de caviar.
#YoMeQuedoEnCasa y en éstos duros momentos, con tanto sufrimiento originado por #CoronaVirus, pienso en los que sufren, en los enfermos, en las dificultades tan dificiles que nos espera y mientras cocino en casa escucho aquella canción de la mítica Celia Cruz....
Todo aquel
Que piense que la vida es desigual
Tiene que saber que no es así
Que la vida es una hermosura
Hay que vivirla
Todo aquel
Que piense que está solo y que está mal
Tiene que saber que no es así
Que en la vida no hay nadie solo
Siempre hay alguien
Ay, no hay que llorar (No hay que llorar)
Que la vida es un carnaval
Que es más bello vivir cantando
Oh oh oh ay, no hay que llorar (No hay que llorar)
Que la vida es una carnaval
Y las penas se van cantando
Oh oh oh ay, no hay que llorar (No hay que llorar)
Que la vida es un carnaval
Que es más bello vivir cantando
Oh oh oh ay, no hay que llorar (No hay que llorar)
Que la vida es un carnaval
Y las penas se van cantado
Todo aquel
Que piense que la vida siempre es cruel
Tiene que saber que no es así
Que tan solo hay momentos malos
Y todo pasa
Todo aquel
Que piense que esto nunca va cambiar
Tiene que saber que no es así
Que al mal tiempo, buena cara
Y todo cambia
Ay, no hay que llorar (No hay que llorar)
Que la vida es un carnaval
Que es más bello vivir cantando
Oh oh oh ay, no hay que llorar (No hay que llorar)
Que la vida es una carnaval
Y las penas se van cantando
E intento que las penas se vayan mientras canto, mientras gastronómicamente procuro viajar a ésos paises de mis sueños, en ésta ocasión a Cuba, al Caribe....¿Se animan, me acompañan? Preparen éste plato.....