Un domingo más estoy por aquí, y hoy con una receta que me trae muy buenos recuerdos, como el de una excursión que hice con la familia a la montaña de Montserrat. Lo habíamos preparado todo, así que subimos al coche y nos dirigimos hacia nuestro destino. Al llegar al pie de la montaña decidimos montar en el tren – cremallera para llegar arriba. Las vistas son preciosas, para aquellos que no lo conozcáis. Después de estar toda la mañana haciendo senderismo por diferentes rutas, llegó la hora de comer. Mi padre había preparado una deliciosa y gigantesca tortilla de patatas (siempre que nos reunimos y comemos una, nos acordamos de ésa en concreto!). No nos habíamos traído el postre, pero por suerte pudimos comprar una tarta de queso artesana en la plaza del monasterio. Cada domingo ponían paraditas con productos caseros (no sé si aún seguirán haciéndolo….) Lo cierto es que estaba riquísima, por no decir que fue una de las mejores tartas de queso que he probado nunca. Así que no puedo evitar acordarme de mi padre delante de una tortilla de patatas y de ésa excursión cada vez que como tarta de queso.
En Internet hay mil versiones diferentes, ya que es un postre que se prepara por todos los lados del mundo, pero quiero mostraros la manera más tradicional, la que podía preparar cualquier abuela en su horno. Aunque podéis encontrar otras formas de elaborarla, para mí ésta es la mejor. No tiene dificultad, pero si que requiere un poquito de tiempo. Y lo primero es tomar nota de los ingredientes necesarios:
4 huevos M-L
1 yogur blanco
250 gr de azúcar
250 gr de queso cremoso
150 gr de harina
200 ml de leche
200 ml de nata (crema de leche) líquida
1 sobre de levadura (10 gr)
mermelada de fresa (opcional)
Precalienta el horno a 180°C con el calor arriba y abajo y mientras éste coge temperatura, tú prepararás la tarta. Así de fácil! Mezcla en un bol los huevos, el yogur, la leche, la nata (crema de leche) líquida y el queso cremoso (lo habitual es el queso fresco, pero si quieres que tenga un sabor más potente a queso, te recomiendo que mezcles la mitad de blanco con la mitad de camembert o algún otro que quieras, pero que sea de untar). Con unas varillas, mézclalo hasta que esté bien integrado.
Hay que tamizar la harina y la levadura e incorporarlo a la mezcla anterior poco a poco y sin dejar de batir. Verás que va adquiriendo más densidad. Cuando esté completamente integrado, sin un grumo por medio, hay que verterlo en el molde. Para que no se te pegue la tarta, acuérdate de engrasar el molde con un poquito de aceite y harina tanto por el fondo como por las paredes. Elige un molde donde no te quede demasiado lleno, porqué con el calor va a crecer bastante (como un souflé). Yo he escogido uno donde me faltaba un dedo para llegar al borde, que es de 18 cm de diámetro. Así tendría una tarta gruesa.
Con un molde igual al mío, vas a tener que hornear durante una hora, pero si tu molde es más grande y por lo tanto la masa no tiene tanto grosor, con unos 45 minutos tendrás suficiente. Pero siempre recomiendo que lo pinches con un palillo para saber cuando está listo. Si no quieres que se tueste demasiado por la parte de arriba, cambia el modo del horno a solo por abajo a mitad del tiempo. Cuando haya pasado éste tiempo, déjalo enfriar en lo alto de una rejilla y en cuanto esté frío del todo, deja reposar la tarta en la nevera hasta que la vayas a servir.
Siempre he comido la tarta de queso tal cual, pero en ésta ocasión he querido probar el estilo neoyorquino (un cheesecake le llaman) que va decorado con mermelada de fresa por lo alto.
Pero debo deciros que no siempre acierto a la primera y, como puede verse en la foto, a mi me ha quedado un poco crudo por el centro (por eso se hunde un poco). Solo lo he horneado 50 minutos, el palillo no llegaba al fondo. De ahí la importancia de asegurarse que esté bien hecho. Pero ha quedado buenísima! Aunque la sigo prefiriendo sin mermelada. ;) ¿Y a ti como te gusta más la tarta de queso? Sea como sea, seguro que le da ese toque dulce a tu día.
Hasta la próxima golos@s!
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