En cantares nuevos
gocen sus orejas
miel y muchos huevos
para hacer torrejas
Juan del Enzina, (1468, 1529)
Si hay dos palabras que vayan indisolublemente unidas en mis recuerdos, estas son torrijas y cuaresma. (Hablo, claro de palabras relacionadas con la comida. Y si usted cree que cuaresma no tiene nada que ver con la comida, léase usted algún recetario de cocina español). Y ya estamos otra vez con una de esas recetascapaces de poner en pie de guerra a todas las tribus de cocinillas y adyacentes, pues está claro que las únicas, auténticas, genuinas y ortodoxas torrijas son las que hacía nuestra madre (abuela, tía...) Así que sin entrar en discusiones, pero remitiéndome a Apicio, a Juan del Enzina y a mis recuerdos para elegir los ingredientes, he aquí la "única, auténtica, genuina y ortodoxa" receta de las torrijas. (Nota: se puede incrementar la cantidad de azúcar si se desea y se es muy goloso, pero recuerde que la miel también es dulce...)
Ingredientes (salen unas doce torrijas):
Dos barras de pan candeal de varios días antes
500 ml de leche
Una cucharada de canela
Dos - tres cucharadas de azúcar
Tres huevos
Aceite de oliva suave
Miel ad libitum
Elaboración:
Cortamos el pan en rebanadas, ligeramente en diagonal, de un dedo de grueso más o menos, y las disponemos en una fuente donde quepan bien, sin ponerlas muy juntas.
Mezclamos, batiendo ligeramente para conseguir una buena mezcla, la leche, el azúcar y la canela.
Vertemos sobre las rebanadas de pan, procurando que todas queden bien empapadas, y esperamos a que toda la leche se haya embebido en el pan.
Cuando ya estén bien empapadas en la mezcla de leche, azúcar y canela batimos los huevos con un poco más de azúcar si se quiere.
Ponemos a fuego vivo una sartén con abundante aceite y cuando esté bien caliente vamos friendo, rebozadas en el huevo, las rebanadas de pan hasta que estén doradas por ambas caras.
Sacamos a una fuente con papel de cocina para que suelten el exceso de aceite y luego, cuidadosamente, las colocamos en la fuente donde vayamos a servirlas, poniendo por encima la cantidad de miel que se quiera. (Que eso, precisamente, es lo que en este caso viene a significar ad libitum).