Nos encantan los espárragos blancos pero todavía nunca los habíamos preparado en carpaccio así que, cuando el otro día nuestro amigo Jesús se presentó con una cajita de estos espárragos, que por cierto tenían un aspecto inmejorable, pensamos que esa era nuestra oportunidad de hacerlo.
El resultado es un plato fresco, crujiente en boca y con un natural sabor a humedad y campo.
Ingredientes:
4 espárragos blancos gruesos.
aceite de oliva virgen.
aceite de guindillas.
rúcula.
sal y sal maldon.
Lo primero que hay que hacer es pelar bien los espárragos, con un pelador de patatas va fenomenal.
Para este plato, cuando los tengáis pelados debéis volverlos a pelar. Como vamos a comerlos crudos, es mejor no encontrar al morder más que el crujiente, las hebras fibrosas nos estropearían el bocado.
Los metemos en agua muy fría durante 1 hora, parece ser que así pierden un poco el amargor natural que tienen.
A nosotros nos gusta mucho el carácter que aporta a algunos platos un poquito de picante y siempre tenemos varios tipos para distintos usos. Uno de los que más usamos es el que hacemos macerando guindillas en un buen aceite de oliva, y siempre tenemos un bote hecho, así que hacemos una mezcla de 8 partes de aceite de oliva con 2 partes de aceite de guindillas en un botecito y lo reservamos.
Unos minutos antes de consumirlos, cortamos muy finos y a lo largo los espárragos y, los extendemos en la fuente en la que vayamos a servirlos.
Los espolvoreamos muy ligeramente con sal fina, colocamos sobre ellos unas hojas de rúcula, y los rociamos con el aceite, algo picante, que teníamos preparado.
Añadimos unas escamas de sal maldon sobre todo el plato y servimos inmediatamente.