Extra, extra, ¡lea todo sobre estas croquetas! Y es que hoy os proponemos unas croquetas customizadas con dos productos típicos de la región extremeña, patatera y miel, y el resultado es digno de la portada de un periódico.
La patatera es una especie de chorizo hecho a base de patata, matanza y pimentón de la Vera. Quizás a lo que más se puede asemejar, para que os hagáis una idea, es a una sobrasada. Pues si la combinación de patatera y miel es irresistible en una tosta, intentad imaginaros la explosión de sabor que resulta en una croqueta.
¿Qué necesito? (Para 35 unidades)
1 cebolla mediana
100 g de patatera
2 cucharadas de miel
100 g de harina
100 g de mantequilla
1 litro de leche
sal
pimienta blanca
nuez moscada
huevo
pan rallado
aceite (para freírlas)
¿Cómo lo hago?
Empezamos picando y sofriendo la cebolla a fuego bajo hasta que esté bien pochadita. Entretanto, cortamos en daditos la patatera y la añadimos a la sartén junto con la miel.
Removemos de vez en cuando y veremos como la patatera se va deshaciendo como si se fundiera. Una vez listo el sofrito, lo retiramos del fuego y reservamos.
Ahora es el turno de la bechamel. En primer lugar, para preparar el roux, en una sartén grande derretimos la mantequilla y añadimos de una sola vez la harina. Removemos rápidamente con una cuchara de madera y veremos cómo se unen los dos ingredientes formando una masa homogénea. Cocinamos esta masa unos minutos para que se haga bien la harina. Este paso es importante para evitar que la masa tenga sabor a harina cruda. Agregamos la leche (que tiene que estar caliente) al roux y lo hacemos poquito a poquito y removiendo sin parar hasta que liguen todos los ingrediente y obtengamos una bechamel de la consistencia deseada. Por último, añadimos la sal y sazonamos al gusto con un poco de pimienta blanca y nuez moscada.
Una vez que tenemos lista la bechamel, le añadimos el sofrito de patatera que hemos preparado antes y removemos bien todo. Veremos como la bechamel adquiere un color salmón. Vertemos la masa en una fuente, cubrimos con papel film y, una vez fría, dejamos reposar en el frigorífico.
Al día siguiente (o pasadas unas horas), la masa estará lista para formar las croquetas. Dividimos la masa en porciones más o menos homogéneas y les damos forma. Rebozamos cada croqueta en huevo batido y las pasamos por pan rallado.
Las croquetas ya están listas para ser consumidas: ahora podemos congelarlas o freírlas en el mismo momento. En todo caso, cuando lo hagamos es necesario que el aceite esté bien caliente y solo queda dorarlas de forma uniforme, dándole vueltas a cada croqueta y con cuidado para no deformarlas.