Es posible que cuando oigamos hablar de cupcakes, magdalenas y muffins, en nuestra imaginación se dibuje una misma cosa, y pese a que en esencia, efectivamente, no albergan grandes diferencias en lo que se refiere a su aspecto, sí que podemos realizar una distinción efectiva entre los tres pasteles.
El nombre cupcake proviene del inglés, guardando un significado literal: pastel de taza. Los primeros registros de este vocablo datan de finales del siglo XIX.
Se da una acalorada controversia acerca de la procedencia del término, habiendo quien opina que probablemente sea una designación nacida del hecho de que normalmente se solían preparar en una taza de barro individual.
Por otro lado, otros se inclinan más por la versión que afirma que, recibe este nombre, porque las proporciones de ingredientes se mide en tazas.
Aparece en 1796 en negro sobre blanco en las páginas del American Cookery, escrito por Amelia Simms.
No obstante, su auge y popularización es mucho más tardío, abriéndose paso en las pastelerías de moda de Estados Unidos ya entrado el siglo XXI, expandiéndose con la pólvora por el resto de occidente.
Cómo hacer cupcakes de chocolate esponjosos
No es poco frecuente confundir los cupcakes con sus hermanos gemelos, los muffins y las magdalenas, sin embargo, estos primeros están hechos a partir de una masa batida, la cual incorpora mantequilla, siendo coronados con una cobertura y, ocasionalmente, rellenados.El frosting o cobertura es una de las particularidades más destacables de los cupcakes de chocolate.
Se trata, pues, de una especie de bizcocho pesado que integra chocolate negro en la misma masa, amén de una deliciosa ganache a modo de cobertura.
Es un bocado que nos enviará instantáneamente a la más tierna infancia, conjugando todos los elementos necesarios para convertirse por méritos propios en nuestra merienda preferida. ¡Manos a la masa!
Ingredientes:
Chocolate negro de repostería 200 g.
Almendra molida 40 g.
Sal 1/4 cucharadita
Bicarbonato sódico 1/2 cucharadita
Levadura química Royal 15 g.
Harina floja 120 g.
Azúcar moreno o panela 60 g.
Azúcar blanquilla 60 g.
Mantequilla en pomada 20 g.
Miel de caña 20 g.
Aceite de girasol 80 ml.
Nata (crema de leche) líquida de repostería Mín. 35% M.G 115 ml.
Huevos M 2 unidades
Chocolate en gotas (ganache) 170 g.
Nata (crema de leche) líquida de repostería Mín. 35% M.G (ganache) 135 ml.
Mantequilla en pomada 35 g.
Amaretto 1 cucharada - Comprar
Elaboración:
Lo primero de todo será ponernos manos a la obra con la ganache, una crema ligera de cacao que a muchos recordará a la Nocilla u otras cremas comerciales. En un cazo pequeño verteremos la nata (crema de leche), colocándolo a fuego medio hasta que comience a hervir. Seguidamente, agregaremos el chocolate en gotas de repostería, troceándolo si fuera necesario, removiendo con una lengua.
Bajaremos el fuego al mínimo, y con la ayuda de una varilla, diluiremos el chocolate en la nata (crema de leche), obteniendo una mezcla homogénea.A continuación, verteremos el Amaretto y removeremos nuevamente integrando a la perfección este licor dulce italiano de sabor a almendra. Ten en cuenta que si prefieres un sabor más suave y no tienes amaretto, también podrías sustituirlo con un poco de extracto de vainilla o de almendra. Finalmente, retiraremos del fuego y cubriremos la boca del cazo con un poco de papel film.
Entre tanto, iremos precalentando el horno a 180ºC con calor arriba y abajo, sin ventilador. En un bol amplio cascaremos los dos huevos, tras los cuales sumaremos la nata (crema de leche) líquida, el aceite de girasol, la miel, la mantequilla en pomada, el azúcar blanco y el azúcar moreno. Batiremos con garbo, mezclando y disolviendo el azúcar, sin llegar a blanquear los huevos.
Aparte, en otro bol, tamizaremos la harina floja de repostería, junto al bicarbonato y el impulsor, añadiéndolo a la mezcla anterior con suaves movimientos de varilla. Incluiremos al mismo tiempo las almendras molidas y una pizca de sal. Por último, introduciremos el chocolate negro en trozos lo suficientemente pequeños como para que se derritan en el horneado.
Repartiremos la masa en cápsulas de papel, las cuales recomiendo que reposen sobre un molde metálico o de silicona, lo que impedirá que pierdan la forma. Recuerda, que al igual que hacemos con las magdalenas, la masa no debe rebasar más de dos tercios del alto del molde, o de otro modo correremos el riesgo de la que masa se desborde y chafe sus perfectas proporciones.
Meteremos los cupcakes a altura media sobre una rejilla y las coceremos durante 20 o 22 minutos, tiempo que variaría en función del horno, su configuración, el tamaño de los moldes y otras variables imposible de determinar. Lo ideal es que permanezcáis atentos al proceso e introduzcáis un palillo en el centro de un cupcake cuando lleven unos 18 minutos.
Este no tendría que salir impoluto, sino ligeramente húmedo, con alguna miga pegada, lo que indicaría que están en su punto perfecto, ya que terminarán de cocerse con el calor residual. Los sacaremos del molde principal y apartaremos sobre una rejilla, permitiendo que el aire corra por abajo mientras se van atemperando. Con una espátula, untaremos la ganache.
Opcionalmente, en vez de usar una espátula, enfriaremos la ganache en una manga, y decoraremos con una boquilla rizada. Quizá no sea la opción más refinada, pero sin duda os servirá para salir del paso. Como sugerencia de presentación, os propongo espolvorear unas virutas de colores y servir acompañada de un café, té o, incluso, un helado.
¡Qué aproveche!
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