Ya os he hablado de lo aburrido que puede llegar a ser este bosque. Y ya se sabe que cuando el personal se aburre empieza a hablar...
Por radio macuto mi afición por la cocina había llegado a oídos del Emperador. Este, animado por el séquito de pelotas y parásitos que le siguen a todas partes, se autoinvitó a merendar.
No podía negarme. Y no puedo dejar de reconocer que por un lado estaba orgulloso y por otro, este mucho mayor, temblando de miedo.
Le di mil vueltas a mi recetario y a todos los que cayeron en mis manos. Sabía que el Emperador era un tío de mundo, eso que llaman cool. Estaba al tanto de todas las tendencias, le vestían los diseñadores más modernos y en su corte tenía a muchos artistas de vanguardia.
¿Sofisticada comida japonesa? ¿Uno de esos postres de colorines de "pastelería creativa"? ¿Cocina molecular?... Diooooos, estaba perdidísimo.
Finalmente, decidí seguir mi instinto y hacer uno de esos platos que todos creemos conocer al dedillo, pero que yo, y no me duelen prendas, he perfeccionado al extremo. ¡Menudo sobrado!, diréis. Que va, no es un don, han sido muchas pruebas hasta conseguirlo.
Ya estaba acabando cuando oí acercarse un barullo de voces y música. Al salir los vi, sobre todo al emperador. No pude guardarme la exclamación que salió de mis labios:"¡está en pelotas!"
Un silencio de plomo cayó al instante en el bosque, pensé "Lobo, te cae la del pulpo".
En ese momento todo el cortejo rompió a reír, y cuanto más reían, más histéricos estaban. Yo, sin inmutarme entré en casa. Al salir de nuevo volvió a hacerse el silencio, me acerqué al Emperador con mi bandeja de croquetas y de pronto un bosque de brazos se abalanzó sobre ellas. Impávido, como en una peli de hongkong, como Neo en Matrix, los esquivé sin despeinarme, cogí al Emperador del bracete y una vez estuvimos los dos en casa, les cerré la puerta en las narices.
Pedí disculpas por mi indiscreción, pero el hombre estaba abochornado y sólo acertó a preguntarme que de qué eran.
"De Cocido". De qué sino, con mayúsculas.
Comimos en silencio, con los ojos cerrados, disfrutando de ese milagro que es descubrir un tesoro en el interior del envoltorio más humilde.
La CROQUETA de cocido
1 litro de leche
1 hueso fresco de jamón
1/4 litro de caldo de cocido
50 gr de tocino del cocido
350 gr de carne del cocido (morcillo, pollo) picada en tropezones pequeños
200 gr de harina
4 c.s de harina
Para empanar
2 huevos
150 gr de harina de garbanzo (en herbolarios)
200 gr de pan rallado
Aceite de oliva para freír
El día antes infusionar la leche con el hueso de jamón y el tocino, dejando hervir a fuego lento 20 min. Refrigeramos todo junto.
Al día siguiente sacamos el hueso y pasamos la batidora para desleir el tocino. Calentamos y miramos el reloj.
En una sartén antiadherente ponemos el aceite, calentamos y tostamos la harina, removiendo sin parar 6/8 min. Vamos incorporando la leche caliente con un cazo, vertiendo uno de cada vez y removiendo sin parar hasta que la harina forme de nuevo una bola. Entonces podemos añadir el siguiente cazo. Y todo sin parar de remover.
Poco a poco la bola consistente se irá ablandando y convirtiendo en una crema. Cuando hayamos añadido toda la leche haremos lo mismo con el caldo y entonces podremos añadir la carne.
Seguimos removiendo 5 min. más y probamos de sal.
Si piensas que ya puedes para de remover te equivocas, debes seguir hasta que hayan pasado, al menos, 45 min. en tu reloj.
Pasamos la mezcla a una fuente honda y cubrimos con film de modo que quede pegado a la bechamel. Enfriar.
Para hacer las croquetas formamos porciones del tamaño y forma que prefiramos (Cuanto más pequeñas, más ricas), pasamos por la harina de garbanzo, luego por el huevo batido y finalmente por el pan. Freímos en aceite a fuego medio-alto.
Infusionar la leche con el hueso y el tocino no solo les da un sabor sensacional, sino una textura casi líquida y aterciopelada.
La harina de garbanzo puede parecerte superflua, pero hará que cada bocado te haga saborear el cocido completamente.
Aunque la bechamel te parezca líquida si has removido sin parar durante al menos tres cuartos de hora se cuajará perfectamente al enfriar. Es el tiempo y no un exceso de harina lo que hace que la bechamel quede consistente.