Cada año, en la misma época, el mismo ritual
Preparar las maletas, cargar libros, dejar su piso en la capital como en suspensión durante un mes, su vida en suspensión durante un mes y marchar
Cargar el coche, suspirar y emprender la marcha
Cuantos más kilómetros hacía más se sentía ella misma. Con cada kilómetro que dejaba atrás era como si su cuerpo fuera llenándose de su auténtico yo
O dicho de otra manera, contra más cerca se encontraba de su lugar de nacimiento, más viva se sentía
En el trayecto se iba despojando de todo lo impostado de su vida. Allá donde iba no necesitaba nada de lo que había adquirido en su vida: un cargo importante, un piso con todos los lujos, amigos de idas y venidas y un largo etcétera por el que la conocían los que no la conocían
No podía llegar con toda esa carga a su destino. Allí la conocían, no les podía mentir tan fácilmente
Su abuela con solo una mirada la desarmaba, con una sonrisa la abrigaba y con un achicamiento de ojos le sonsacaba todos sus males, sus penas y sus pocas alegrías
Su madre tampoco necesitaba más. Y su padre...con ese no valían subterfugios de mujer adulta que había llegado a lo más alto
Por eso debía deshacerse de todo lo superfluo antes de llegar, por eso necesitaba aquellos kilómetros en coche. En tren o avión, demasiado corto
Si cuando llegaba a aquella casa, aparcaba el coche y se baja de el, no había conseguido quitarse de encima aquella pose de mujer fatal, de ejecutiva agresiva y de mujer suficiente, pobre de ella
Entonces las primeras horas de vuelta a su pueblo se volvían insufribles: largos silencios, caras taciturnas, miradas como diciendo: Quién es esta niñata malcriada, dónde está nuestra dulce niña
Con sus primeros ahorros se había hecho una casa al lado de la de sus padres y no demasiado lejos de la de su abuela
Ya sabía que había llegado a casa cuando abría de par en par el ventanal de aquella casa
Cuando dejaba entrar la brisa, el sol, los olores del verano de aquel campo que tanto amaba
Dicen que la vida es un círculo, te puedes alejar tanto como quieras de tus orígenes, pero al final anhelas volver a ellos, consciente o inconscientemente
Aún queriendo, no había podido alejarse todo aquello: su infancia, su adolescencia, sus primeros amores, su familia, sus auténticos amigos
Todo estaba allí
Su carrera le había permitido salir de aquel pueblo y su carrera le había permitido volver a él cada año
Un mes. El mes en el que más vivía
Cuando abría aquel ventanal, la brisa no solo le despejaba la mente sino que le inundaba el alma y se la tocaba como ningún otro lugar lo había conseguido jamás
PD Frase inspirada por Ana Belén Abellán
INGREDIENTES
200 g de macarrones integrales
150 g de champiñones
Un puñado de nueces peladas
2 dientes de ajos
1 cebolla grande
1 compita de coñac
Pimienta
Perejil
Semillas variadas
Aceite
ELABORACIÓN
Poner dos litros de agua en la cubeta con sal
Echar los macarrones
Menú Cocina 7 minutos
Despresurizar manualmente
Escurrir y reservar
Pelar y filetear los champiñones
Pelar y picar los ajos
Cortar la cebolla en juliana
Poner un poco de aceite en la cubeta
Menú Cocina
Cuando el aceite esté caliente, dorar los ajos
Añadir los champiñones y las nueces
Sofreír
Salpimentar
Añadir las semillas
Mezclar bien
Incorporar el coñac
Dejar evaporar el alcohol
Espolvorear con perejil
Añadir los macarrones
Remover bien para se unifiquen sabores
En otra cubeta, echar la cebolla
Cubrir casi por completo la cebolla con aceite
Menú Plancha
Dejar que se vaya haciendo la cebolla hasta caramelizarla
Servir los macarrones con cebolla caramelizada por encima
Receta adaptada de La cazuela vegana