Los que sois asiduos a mi blog, habréis visto que me encantan los pasteles salados y los quichés. Los puedo preparar con cualquier ingrediente que tenga en el frigorífico y un poco de imaginación.
El calabacín es una hortaliza que además de tener numerosos efectos benéficos para el organismo, resulta delicioso en todos los platos donde está presente. Es un excelente acompañante para platos de carne o pescado y ya si lo enriquecemos con hierbas aromáticas nos puede dar como resultado este pastel que seguro os gustará.
Con esta receta participo en el reto de Desafío en la Cocina del mes de agosto, he elegido este pastel porque cuando se hizo el reto de pasteles salados yo, no participaba en él.
Ingredientes:
50 gr de tomates secos en aceite
2 cucharadas soperas de aceite de oliva
2 calabacines
una cebolla cortada en juliana
2 dientes de ajo chafados
un paquete de masa brisa
3 huevos
100 gr de queso ricota desmigado
5 hojas de salvia picada
una cucharadita de orégano seco
100 gr de parmesano rallado
200 mililitros de nata (crema de leche)
sal y pimienta
Preparación:
Escurrimos los tomates secos y los cortamos en trozos gruesos con un cuchillo.
Ponemos el aceite a calentar a fuego medio. Añadimos los calabacines cortados en tacos y salpimentados, la cebolla y los ajos. Freímos durante 10 minutos y retiramos del fuego.
Precalentar el horno a 200 grados.
Cubrimos un molde con la pasta brisa, ponemos garbanzos (u otras legumbres) y metemos al horno durante 15 minutos.
Sacamos del horno, quitamos las legumbres y volvemos a hornear otros 5 minutos.
En un bol batimos los huevos y la ricota, añadimos la nata (crema de leche), salpimentamos y batimos hasta conseguir una mezcla homogénea.
Incorporamos el contenido de la sartén, los tomates, las hojas de salvia, el orégano y el palmesano. Mezclamos bien, y lo repartimos sobre la masa brisa.
Metemos al horno y mantenemos durante 30 minutos hasta que se vea cuajado.