¿Cuanto duran las ganas de comida casera después de los atracones y los excesos de las fiestas? En casa, acompañan a toda la cuesta de enero, que aquí nos gustan mucho los guisotes y los platos de cuchara. Así, estas semanas cada vez que pregunto ¿qué os apetece? terminamos comiendo un pucherito, unas lentejas, un arroz o algo parecido... Lo dicho, nos encanta la comida de casa de toda la vida.
Pues hace dos días se nos antojaron unas patatas con choco como las de la receta que os traigo. Una comida muy casera y muy de Huelva que para algo, los que nacimos allí, nos llamamos a nosotros mismos choqueros. ¿Lo sabíais? Pues es así, los onubenses nos sentimos igualmente orgullosos de ese otro gentilicio oficioso. Choqueros. Supongo que el origen de tal sería incluso despectivo, pero a día de hoy todo el mundo lo asume y lo lleva a gala.
Ya he hablado en alguna ocasión de la riqueza de la gastronomía onubense, productos del campo de calidad, carne ibérica serrana con un sabor y un prestigio increíbles, aceite de oliva de lo mejorcito y los frutos del mar fresquitos y recién pescados en los 150 km de costa que la provincia posee.
Pues bien, el capítulo choco merece una mención especial. Habas con chocos, chocos fritos, guisantes con chocos, chocos guisados, chocos a la plancha, chocos aliñados, albóndigas de chocos, chocos en su tinta, hamburguesas gourmet de chocos... y un largo etcétera, son todos platos más que típicos. ¿Habéis visitado alguna vez una "choquería"? Pues la plaza de abastos de Huelva tiene una buena muestra de ellas. Profesionales que te preparan el choco según el guiso que vayas a preparar. Pues es más, no llegues muy tarde porque si a primeras horas de la mañana estas choquerías están llenas de género, a eso de las 13:00 horas o 14:00 horas, ya no les queda nada de nada. En Huelva se come el choco. A todo el mundo le gusta.
Vaya, ahora que caigo, ¿todos les llamáis choco? Pues creo que no, creo que en otros lugares le llaman sepia o jibia. En fin, hablamos de estos (en la imagen ya preparados y limpitos).
Bueno, no me enrollo más, que me sale la vena de la tierra y la morriña y termino cantando "Mi Huelva tiene una ría", jajaja (es el himno, oficioso creo, de la capital).
¿Qué ingredientes necesitamos? Pues muy pocos y muy sencillitos, como siempre:
Choco. Aproximadamente un kilo o un choco entero medianito (como los de la foto). Necesitamos que esté limpio (le quitamos la piel) y cortadito en tiritas.
Un par de tomates.
Un pimiento verde de freír.
Cinco o seis patatas medianitas.
Una cebolla fresca.
Dos dientes de ajo.
Un vaso de vino blanco (mejor manzanilla o fino).
Azafrán.
Laurel.
Pimienta negra en grano.
Caldo de pescado.
Pues empezamos picando el ajo, la cebolla y el pimiento y preparamos un sofrito con ellos al que añadimos también la pimienta (cuatro o cinco granos), el laurel y el azafrán.
Dicen que el choco tiene dos puntos de cocción para que quede bien hecho. O lo dejas tres minutos a fuego fuerte y retiras o, si te pasas, lo haces durante media hora o más a fuego lento. Mi procedimiento resulta un poco más complicado pero no me suele fallar y me queda bien blandito en los guisos, como a mi me gusta. Yo lo añado ahora y sofrío unos cinco o diez minutos (que pierda el agua y empiece a dorarse un poco) y luego lo dejaré cociendo media hora.
Pues lo dicho, doramos el choco y luego añadimos los tomates que hemos picado o rallado previamente. A mi me gusta rallar el tomate porque además así, evito echar su piel que no me gusta nada encontrarla en el plato. Removemos unos minutos y le incorporamos un vasito de vino que dejamos al fuego unos minutos para que reduzca.
Cuando haya reducido bajamos a fuego lento o medio y le echamos el caldo de pescado cociendo de un cuarto de hora a 30 minutos, hasta que pinchemos el choco con un tenedor y comprobemos que casi está ya blandito.
Es el momento de las patatas que hemos pelado y cortado previamente. Para que el caldo quede más consistente, que a este guiso le pega, no cortaremos las patatas con el cuchillo sino que las romperemos con él (metemos un poco el cuchillo y movemos en el interior de la patata hasta que la rompemos o si tenemos fuerza para hacerlo con las manos pues también nos vale). De esta manera, la patata soltará su almidón y espesará el caldo.
Cuando las patatas queden blanditas (aproximadamente 20 minutos) retiramos del fuego y servimos bien caliente.
El resultado de este guiso, marinero y casero, nos lleva al paladar de los platos de tradición, de madres y abuelas, que gustan a todos y además, propios tanto de la época de invierno como para comer de cuchareo también en verano. Ahora, que todo lo que probamos o preparamos tiene que ir precedido por el sufijo gastro o por el apellido gourmet, yo me miro un poquito el ombligo y rescato recetas como esta que se han hecho toda la vida en casa.
¿Gustáis? Está exquisito.