Ingredientes para 2 raciones:
1/2 Kg. de sardinas
1 cebolla mediana
1 zanahoria
1 rama de apio
3 tomates maduros
1 tacita de vino blanco seco
2 cucharadas de queso tierno de oveja rallado
2 cucharadas de pan rallado grueso
Aceite de oliva virgen extra
Sal, pimienta negra en grano, anís en grano
Elaboración:
Pedir en la pescadería que os limpien las sardinas, cabeza y tripas, lavarlas bien, quitándoles las escamas y las espinas que sobresalen de los laterales una vez abiertas. Sazonarlas ligeramente y reservar.
Picar finamente la cebolla, la zanahoria y el apio y sofreírlos en una sartén con aceite, durante 5’, a fuego lento.
Transcurrido ese tiempo, verter al vino, subir el fuego y dejar que se evapore.
Incorporar los tomates rallados, bajar nuevamente el fuego al mínimo y cocinar durante 15’ más. Mientras, precalentar el horno a 180º arriba y abajo.
Añadir al sofrito la sal, la pimienta negra recién molida y una pizca de anís en grano, una cucharada de queso rallado y una cucharada de pan rallado y seguir cocinando durante unos segundos más, removiendo para que se mezcle todo bien.
Colocar las sardinas en una fuente de horno, verter por encima el sofrito, un chorro de aceite y el resto de queso y de pan rallado.
Hornear durante 15’, vigilando el gratinado por si hiciera falta poner papel de aluminio por encima cuando falten unos 5’.
Cocina conventual. Es bueno hacer un poco de “penitencia” de vez en cuando, sobre todo después de épocas de fiestas y desenfreno. Un plato sencillo y económico procedente de los monasterios de Cantabria, que os encantará. Elegid unas sardinas hermosas, de las grandes. La principal ventaja de cocinarlas al horno es que evitamos que toda la casa huela a sardina. El toque del anís en grano nos transporta a las cocinas monacales, al tiempo que nos recuerda algunos platos de pescado de la cocina francesa.