Tempus fugit, o -dicho en román paladino-, el tiempo vuela. Caigo en la cuenta cada vez que oigo hablar de alguien que ya ha muerto:
- Pobrecito, se murió hace poco.
- ¿Cómo que hace poco? Murió hace ya tres años, mujer-, me advierten siempre, cambiando el lapso de tiempo según sea el caso.
A finales de agosto, Mari Carmen vino a pasar unos días a casa, y me contó que Miguelito el hijo de su sobrina Berenice, había descubierto las tarjetas postales y durante las vacaciones de este año, envió unas cuantas a otras tantas personas de la familia y amigos. Nadie le contestó y el pobre chiquillo se pasaba el día bajando al buzón de correos a ver si había respuesta. Así que decidimos escribirle una postal cada una. Compramos las postales, los sellos, y nos aplicamos a escribirle en la mesa de la cocina frente a dos tazas de café.
Lavar y limpiar las sardinas qutándoles la raspa
Remojar la cazuela de barro para que no se agriete
Al terminar, cuando me dispuse a ponerle el sello, Mari Carmen me miraba atentamente, y yo le dí un lametón para pegarlo.
- Ya no hay que chuparlo-, sentenció en plan oráculo de Delfos.
- ¡Ay, qué moderna eres Mari Carmen!-, dije yo riéndome-. De modo que estabas esperando el momento lametazo, ¿eh? Digo yo, que debes ser la única persona de este país, aparte de los bancos, que envía cartas. Hace tanto que no mando nada por correo ordinario, que hasta los sellos se han modernizado-.
La postal, una preciosa panorámica de la ciudad desde el monte Gibralfaro, fue con mi ADN y todo. Completita. He descubierto que tenemos un buzón de Correos a treinta metros de casa. El niño no ha contestado.
Cortar las verduras y aliñarlas con sal y aceite
Poner un fondo de aceite en la cazuela
Cuando mis hermanas y yo teníamos los niños pequeños, no había tiempo para nada que no fuera noches en blanco, cambio de pañales, guarderías, visitas al pediatra, eclosiones de dientes, pataletas, calendarios de vacunas; enseñanzas múltiples como uso del orinal, manejo adecuado de los cubiertos, hábitos de limpieza y buenas maneras; disfraces de Navidad, Carnaval, el Día de Esto y de lo Otro; fiestas de cumpleaños propios y de amiguitos del cole; venga a hacer tartas de galletas y chocolate, a lavar cabezas de niños y cambiar de vestiditos y peinados; excursiones escolares a todos-los-sitios; la Granja Escuela con la sempiterna vaca Margarita, las reuniones de los colegios, actividades extra-escolares..., y más que me callo, que me estoy empezando a agobiar.
Disponer una capa de verduras
Encima, una de sardinas
Como ese plan era poco menos que insostenible, nos liamos la manta a la cabeza y decidimos ir al cine. A un Multicines, para ser más exactos, muy moderno para aquellos tiempos. Compramos las entradas, las palomitas y el agua, nos dimos una vuelta por el recinto buscando nuestra sala, y por fin entramos. Ya estaban los anuncios, la sala a oscuras.
- Pues ya ha empezado, no se ve nada.
- Un momento, que son anuncios-, dijo una de nosotras, en un arranque de mujer de mundo.
- ¿Y ahora qué hacemos?
- ¿Dónde estará el acomodador?-, nos preguntábamos.
- ¿Y si hay que salir a buscarlo fuera?
- ¿Eso cómo va a ser? Tiene que estar por algún lado, a ver si hay otra puerta.
- Ay, por dios, callaros, callaros, que estamos armando mucho jaleo-, y a todo ésto, un frío...
- A ver si vamos a tener que estar aquí de plantón hasta que acaben los anuncios y empiece la peli.
- Eso. Para que no enciendan las luces y sigamos a pie firme todo el rato.
- Pero, ¿dónde se habrá metido ese hombre, el acomodador?
- Ya no hay-, anunció una voz que parecía salida del averno-, y callarse ya, que con tanta bulla, aquí no hay quien se entere, ¡silencio!
Otra de verduras
Una segunda de sardinas
Regar con un vaso de vino blanco y aceite de oliva
Pili agarró a Paloma de una mano, salió caminando pasillo adelante y yo detrás, susurrando.
- Esperadme, por favor, que al final ya verás tú que acabo sentándome encima de alguien.
Nos sentamos como Dios nos dio a entender, y cuando encendieron las luces, sólo estaba el señor del silencio y dos o tres más desperdigados por toda la sala, vaya chasco.
- Esto pasa por venir a la sesión de las cinco-, comenté yo-. Y la próxima vez, me traigo una linterna, que lo sepáis.
Así lo hice, pero no tuve ocasión de usarla, llegamos cuando aún no habían apagado las luces. Como mis bolsos son una especie de pozo de los deseos, que todo lo que entra allí se queda, estuve una considerable temporada acarreando la linterna, enorme por cierto. Menos mal que lo de guardarme los paquetitos de mantequilla que ponían en los restaurantes para el pan fue en una época posterior. A mis hijas les daba una vergüenza horrorosa y a mí se me olvidaba que los llevaba. Más de una vez sacaba las llaves, o lo que fuera, con una pringue tremenda. Un dineral en kleenex, que me costó aquella costumbre.
Ya no ponen mantequilla en los restaurantes. Hubo un tiempo que aparecían con aceite para mojar que, aunque solía ser con denominación de origen y todo, y lo servían en carrachitos de diseño, pues no era lo mismo. A ver cómo me apropio yo de semejante artefacto. Me quedé sin diversión y mis hijas recuperaron el sosiego.
Tapar y cocer a fuego medio
En diez o quince min., estará listo
Exprimir medio limón al momento de servir.
(Optativo)
Sardinas en moraga
Ingredientes.
1 kg de sardinas limpias, evisceradas y abiertas sin la espina central.
2 tomates rojos.
2 ó 3 pimientos verdes de freír.
1 cebolla grande, o cebolletas.
1 vaso de agua (250 cc), de buen vino blanco seco.
1 chorreón de aceite de oliva.
Sal.
Elaboración.
Lavar, limpiar y cortar las verduras en trocitos pequeños. Yo le quito las semillas a los tomates, una manía que tengo.
Colocarlas en un cuenco grande y aliñarlas con aceite y sal. Remover bien.
Si hace tiempo que no se usa la cazuela de barro, es conveniente remojarla bien en agua fría para que no se agriete con el calor del fuego.
Colocar una capa de verduras en el fondo de la cazuela. Sobre ésta, una de sardinas. Continuar hasta acabar con las verduras y las sardinas.
Añadir el vino y el aceite.
Llevar a fuego medio durante 10 minutos aproximadamente, tapada y moviendo la cazuela de vez en cuando.
Antes de servir, me gusta exprimir medio limón. Me gusta el puntito ácido que da.