La piña es indudablemente la reina de las frutas tropicales, un fruto con carne agridulce y fragante de pulpa de intenso color amarillo.
Su cultivo ha estado históricamente circunscrito a las regiones del sur de Brasil y Paraguay, extendiéndose a través del continente americano de la mano de los indios. Desembarcó en Europa en 1535, traída por los conquistadores españoles como ofrenda palaciega, en formato fresco y confitado, convirtiéndose entonces en un símbolo de estatus.
Actualmente, la piña adquiere una connotación festiva en Europa, especialmente en navidades, cuando aparece masivamente en los estantes de las fruterías.
Paradójicamente, cabe resaltar su bajo contenido calórico, siendo ideal para dietas de adelgazamiento.
No existen registros fehacientes sobre la elaboración de la tarta de piña, constituyendo una de esas recetas que surge de manera espontánea en los hogares, y que luego es compartida por medio del boca a boca.
En países como Taiwán son típicos una especie de pasteles dulces que se rellena con una mermelada de piña, aunque poco tiene que ver con la tarta de piña que hoy cocinaremos.
Cómo hacer tarta de piña de la abuela
En mi blog de La Receta de la Abuela ya sabéis que siempre abogo por preparaciones sencillas, económicas y con esas reminiscencias a antaño que tanto consiguen alborotar los sentidos.
Partiremos de la base de un bizcocho pesado, cubriéndolo con caramelo y adornado con unas rodajas de piña.
Se trata, pues, de una hibridación perfecta entre bizcocho y tarta, técnica que apareció en 1911, coincidiendo con la invención de pelador y cortador de piña, un artilugio que permitía cortar anillos perfectos de esta fruta.
Así nacieron las tartas de frutas invertidas, categoría en la que podríamos incluir la tarta de piña que nos ocupa.
Es sencilla y muy agradecida, ya que podremos transformar un puñado de ingredientes corrientes en una distinguida tarta perfecta para celebraciones.
Ingredientes:
Piña en su propio jugo 1 lata
Harina de trigo floja 300 g.
Azúcar blanquilla 180 g.
Huevos M 4 unidades
Yogur griego natural 125 g.
Aceite de girasol 50 g.
Jugo de la lata de piña 50 ml.
Levadura química Royal 16 g. - Comprar
Pizca de sal
Azúcar blanquilla (caramelo) 175 g.
Mantequilla en pomada (caramelo) 50 g.
Jugo de la lata de la piña (caramelo) 50 ml.
Elaboración:
Antes de ponernos manos a la masa con el bizcocho, cocinaremos el caramelo. En un cazo antiadherente echaremos el azúcar y el jugo de piña, colocándolo a fuego medio y dejando que el azúcar se diluya sin remover, o de otro modo correremos el riesgo de que cristalice.
Bajaremos el fuego al mínimo e incorporaremos la mantequilla, que le dará más brillo aún, moviéndolo con una cuchara de madera o una lengua de silicona. Lo retiraremos del calor y verteremos el resultando en un molde circular de unos 26 centímetros de diámetro.
Asimismo, dispondremos los círculos de piña enteros o en mitades, alternándolos estratégicamente para cubrir toda la superficie posible, teniendo presente que más tarde y una vez desmoldada, quedarán a la vista, debiendo guardar cierta armonía.
A continuación, procederemos con el bizcocho, separando primeramente las claras de las yemas. Con una varilla manual, o mejor aún, eléctrica, montaremos las claras a punto de nieve, confiriendo a la masa una mayor esponjosidad, añadiendo el azúcar al mismo tiempo que vamos batiendo.
Seguidamente, agregaremos las yemas hasta obtener una mezcla homogénea, suave y cremosa. Proseguiremos con el resto de ingredientes húmedos en el siguiente orden: la mitad del aceite vegetal, el yogur griego, y finalmente, el jugo de piña, uniformando la mezcla.
Llega el momento de sumar los secos, en este caso, la harina junto a la levadura química Royal y una pizca de sal que potenciará el sabor. Realizaremos movimiento envolvente con una espátula, cerciorándonos de que no queda ningún grumo, y tratando de que la mezcla no se baje.
En caso de que quisiéramos un sabor a piña más acentuado, trocearíamos alguna rodaja y la integraríamos en el conjunto, repartiéndola uniformemente. Teniendo lista la crema, solo queda verterla delicadamente en el molde, despacio para que la piña y el caramelo no salgan a flote.
Precalentaremos el horno a 180º, con calor arriba y abajo, con función ventilador si fuera factible, cociéndolo durante unos 35 minutos. Algunos hornos pecan de demasiada potencia en la resistencia de arriba, hecho que se ve acrecentado cuando estos carecen de ventilador.
Si en el transcurso de la cocción observáramos que la superficie se dora demasiado, la taparíamos completamente con papel de aluminio. Introduciremos el molde en el horno y comprobaremos periódicamente a partir de los 25 minutos que está cocido pinchándolo en el centro con un palillo.
Quizá nos haya sobrado algo del jugo de la lata de la piña, pudiendo emplearlo para emborrachar el bizcocho una vez se haya atemperado un poco. Mi abuela también solía agregarle un chorrito de aguardiente de cerezas o ron blanco. Según ella, con esto ganaba enteros, aunque es una cuestión de gustos.
Solo falta desmoldarlo, proceso que es mejor llevarlo a cabo una vez frío. Lo acomodaremos sobre una rejilla y para facilitar la ventilación por abajo. Como sugerencia de presentación, os propongo servir una porción en un plato acompañada de una quenelle de helado de coco.
¡Qué aproveche!
Puedes ver la receta así como otras muchas recetas tradicionales caseras en la web de La Receta de la Abuela.