A diferencia de otras elaboraciones culinarias, en este caso, sí podemos fijar su origen con meridiana precisión. Se remonta al siglo XII, en el transcurso de la visita de la infanta Sancha Raimúndez de León al famoso convento de San Marcos, considerado como una de las joyas arquitectónicas de la ciudad, con un predominante estilo plateresco; que engarza las tradiciones ibéricas e italianizantes en forma de complejos ornamentos.
La tarta de San Marcos rinde un digno homenaje a la infanta, la cual tuvo mucho que ver en la proyección del templo, en su momento consagrado a los pobres de Cristo, que eran peregrinos que se recorrían el Camino de Santiago Francés pernoctando alguna noche entre sus muros.
Actualmente, este enclave, es un parador nacional de 5 estrellas.
Cómo hacer una increíble tarta de San Marcos
Los ingredientes de esta tarta no dejan lugar a dudas sobre su antigüedad, ya que parte grosso modo de una deliciosa crema de yemas, un almíbar y un bizcocho genovés.
Las almendras también están presentes, mientras que el interior admite varios rellenos; crema de trufa y nata montada (crema de leche).
Como cualquier otra tarta, requiere de tiempo y cierta maestría, aunque no resulta especialmente complicada.
Pese a su antigüedad, y a lo infrecuente que resulta ya en muchos sitios, habiendo sido desplazada por otras tartas más demandas, destaca el delicioso sabor de la crema de yemas, un clásico de la repostería que aporta una textura suave y cremosa, que incrementa su potencia si las tostamos.
Que no os abrume el listado de ingredientes, pues todos son de fácil acceso y precio contenido.
Poco a poco iremos preelaborando todas las partes de esta tarta, para finalmente darle forma y presentarla como se merece, rindiéndole así nuestro particular homenaje.
¡Manos a la masa!
Ingredientes:
Huevos XL (bizcocho) 5 unidades
Azúcar blanquilla (bizcocho) 250 g.
Harina floja (bizcocho) 250 g.
Nata (crema de leche) para montar 35% M.G (crema de trufa) 350 ml.
Azúcar glas (crema de trufa) 60 g.
Cacao puro en polvo desgrasado (crema de trufa) 15 g.
Nata (crema de leche) para montar 35% M.G (nata montada (crema de leche)) 650 ml.
Azúcar glas (nata montada (crema de leche)) 80 g.
Agua mineral (almíbar) 200 ml.
Azúcar blanquilla (almíbar) 150 g.
Ron (almíbar) 50 ml.
Agua mineral (crema de yemas) 125 ml.
Yemas de huevo (crema de yemas) 8 unidades
Azúcar (crema de yemas) 375 g.
Esencia de vainilla (crema de yemas)
Zumo de medio limón (crema de yemas)
Maicena (crema de yemas) 25 g.
Almendra laminada (decoración)
Elaboración:
El día anterior prepararemos el bizcocho genovés, un tipo de bizcocho ligero que tan solo requiere de tres ingredientes, y al que no se le añade ningún tipo de grasa. Precalentaremos el horno con calor arriba y abajo a 190º. Entretanto, separaremos las claras de las yemas, y blanquearemos estas últimas en un bol junto a la mitad azúcar, hasta que queden espumosas.
En otro bol aparte, montaremos las claras a punto de nieve, realizando movimientos envolventes de abajo a arriba, insistentemente, logrando un el famoso pico de loro, ya que buscamos una consistencia firme que sea capaz de aguantar el aire y dar al bizcocho la esponjosidad deseada. A mitad del montado, añadiremos el azúcar restante.
Echaremos las claras a las yemas, y mezclaremos con movimientos de arriba a abajo, con sumo cuidado, hasta que ambos ingredientes equilibren densidades y se encuentren completamente integrados. Lo ideal para esta operación es utilizar una lengua. Seguidamente, tamizaremos la harina sobre la mezcla, procediendo de la misma manera, es decir, integrándola lentamente con la lengua.
Engrasaremos y enharinemos un molde de 18 cm. de diámetro y al menos 9 cm. de alto como este. Verteremos la masa y la alisaremos con una espátula. Con el horno ya precalentado, introduciremos el mismo sobre una rejilla colocada en la primera altura del horno, o sea, en la parte más baja, o en su defecto, en la inmediatamente superior. Hornearemos durante 35 minutos aproximadamente.
Desmoldaremos el bizcocho sobre una rejilla, lo dejaremos atemperar y filmaremos al ras. Los guardaremos en la nevera hasta el día siguiente. Ahora ya podemos preparar el resto de elaboraciones, siendo conveniente comenzar con la crema de yemas. En un cazo pondremos el azúcar con el agua, la esencia de vainilla y el zumo de limón.
Cocinaremos a fuego medio hasta que comience a hervir. Cuando haya comenzado a borbotear, lo mantendremos un minuto más y entonces lo retiraremos del calor. Dejaremos templar, y al mismo tiempo batiremos las yemas con la maicena, tratando de que no queden grumos. Agregaremos esta mezcla al almíbar en forma de hilo, evitando así que se lleguen a cuajar. Reservaremos.
Para el almíbar del bizcocho mezclaremos el agua, con el azúcar y el ron. Simplemente, herviremos todo durante un par de minutos hasta que espese, y lo dejaremos enfriando para luego empapar el bizcocho. Ahora, le toca el turno a la crema de trufa. Tan sencillo como semimontar la nata (crema de leche) bien fría, añadir el azúcar glas y el cacao en polvo, y finalmente, terminar de montar.
Otra parte del relleno, es la nata montada (crema de leche), que puede usarse sola o junto a la crema de trufa. Igualmente, verteremos la nata (crema de leche) fría en un bol y la batiremos hasta verla montada por completo, batiendo para ello enérgicamente con una varilla o manual, o en su defecto, con unas eléctricas. Listas todas las preparaciones base, tan solo nos queda montar la tarta.
Con una segueta de repostería, cortaremos tres láminas de bizcocho, tratando que estas sean del mismo grosor. Mojaremos con un pincel estas capas en el almíbar que habíamos preparado previamente. Meteremos la crema de trufa en una manga pastelera y dibujaremos una capa de 1 cm. de grosor con ella, y pondremos el piso siguiente, que repasaremos con un poco de almíbar de ser necesario.
Para esta capa final, emplearemos un poco de nata montada (crema de leche), como la mitad, ya que el resto deberíamos reservarla para decorar los bordes. Repetiremos de nuevo el paso anterior, cargando la nata (crema de leche) en una manga pastelera y dibujando una capa de al menos 1 cm. de grosor. Finiquitaremos con la última capa, en la cual repartiremos la crema de yema por encima con una espátula.
Rociaremos un poco azúcar por encima, una finísima capa, y la caramelizaremos con un soplete. La nata montada (crema de leche) que habíamos reservado, servirá ahora para darle un toque de distinción y elegancia a la tarta. Emplearemos una boquilla rizada para hacer algún rosetón superior, y el resto la extenderemos por los bordes, a los cuales adheriremos unas almendras laminadas.
¡Qué aproveche!
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