Hay productos imprescindibles en nuestra cocina pero a los que, por estar tan presentes entre nuestros fogones, no solemos darles la importancia debida. Este sería el caso de la almendra. Cuando hicimos la receta de la Crema de almendras ya glosábamos sus virtudes. Decíamos que buena parte de nuestra repostería está basada en la almendra. Recordad sin ir más lejos la Tarta de Santiago, los Panellets, los Carquiñolis o los turrones. La almendra también forma parte de picadas y salsas que acompañan muchos guisos. A la almendra se la exprime hasta extremos insospechados, de ahí la leche de almendras, salvavidas de los intolerantes a la lactosa. Las almendras pueden ser festivas como en el caso de las Garrapiñadas o ligero acompañante de un vermú cuando las comemos tostadas y saladas. Es el caso que hoy nos ocupa. Brindemos por ellas.
RECETA
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INGREDIENTES
500 g de almendras crudas sin piel.
1/ 2 cucharadita de sal gruesa.
½ cucharadita de pimentón de la Vera.
Aceite de oliva.
PREPARACIÓN
Echar en un mortero la sal y el pimentón, machacar hasta conseguir un polvo fino. Reservar.
Calentar el horno a 180º.
Poner las almendras en la bandeja del horno. Echar un chorrito de aceite por encima y mezclar bien para que todas ellas queden bien impregnadas.
Extenderlas en la bandeja en una sola capa y meter en el horno a tostar (unos 10 minutos aproximadamente); si en ese tiempo no quedan doradas, dejar unos minutos más vigilando que no se quemen.
Sacarlas del horno, ponerlas sobre papel absorbente y después pasar a un bol.
Espolvorearlas inmediatamente con la sal y el pimentón removiendo para que queden sazonadas por igual.
Servir templadas o frías. Están más buenas recién tostadas pero en un tarro hermético pueden durar unos días.