Las más sencillas son las que su elemento principal suele ser algún tipo de lechuga. Alguna de las muchas variedades que podemos encontrar son las siguientes:
Romana: es una de las lechugas más conocidas y la que más se utiliza en las ensaladas. Combina bien prácticamente con todo. Existe un tipo de Romana más pequeña, conocida como “cogollos de Tudela”.
Escarola: Es muy peculiar por el rizado de sus hojas y tiene un sabor amargo que combina bien con frutas como la manzana o la pera y con frutos secos y pasas, con vinagretas dulces (miel) y también puede mezclarse con algún otro tipo de lechuga.
Trocadero: Es la lechuga francesa, otra de las variedades más conocidas de lechuga. Su textura y sabor hace que combine con prácticamente todo.
Hoja de Roble: Su sabor es ligeramente dulzón por lo que combina bien con la fruta o el queso.
Rúcula: Su sabor es amargo pero no tanto como la escarola. Queda muy bien mezclada con otro tipo de lechugas.
Canónigos: Al igual que la Rúcula se suele tomar mezclada con otro tipo de lechugas.
Endibias: Su sabor es amargo y sus hojas se sirven enteras. Combina muy bien con quesos fuertes (como el Azul, el Roquefort, Camembert, etc. ), nueces, manzana, mango, La forma clásica de preparar las endivias es al Roquefort.
La variedad de verduras en el mercado sigue creciendo y podemos preparar una ensalada muy variada en cualquier época del año. Siempre que podamos, mejor comprar verduras de temporada o locales. Lo mejor es adquirir las lechugas enteras pero si no las encontramos siempre tenemos las envasadas ya cortadas y lavadas ¡estupendo si esto significa que vamos a comer ensalada con más frecuencia porque nos resulta más fácil!. Pero tengamos en cuenta que las fechas de vencimiento no son siempre garantía de frescura. Mejor revisar el contenido del paquete para ver que no hay hojas oxidadas o marchitas. Y, a pesar de que vienen prelavadas, mejor darles un enjuague al preparar la ensalada. Si compramos las lechugas enteras un truco es presionar con una uña en la base de una hoja y si sale un poco de líquido, eso significa que las hojas están frescas y jugosas.
Un bol ancho y poco profundo es el ideal para preparar una ensalada. Puede ser el mismo recipiente en el que se va a servir. Lo mejor es remover las ensaladas con cucharas de madera para poder mezclar suavemente los ingredientes sin aplastarlos como podría pasarnos con utensilios de metal. Podemos utilizar cucharas de plástico o silicona también.
Si guardamos los paquetes de lechuga durante más de un par de días, mejor abrir el paquete y girarlo unas cuantas veces para esponjar las hojas y mantener el aire en circulación. Pero tratemos de usar la lechuga rápidamente, ya que está más fresca recién sacada de la bolsa. Un enjuague rápido con agua fría es suficiente para la lechuga previamente lavada. Si compramos la pieza entera debemos asegurarnos de lavarla muy bien.
La lechuga siempre hay que guardarla en el frigorífico. Se marchita rápidamente a temperatura ambiente.
Ensaladas verdes
Una ensalada verde es un gran aliado en nuestra cocina. Solo una porción de hojas frescas y un poco de sal y aceite o una vinagreta es suficiente para conseguir una buena ensalada, pero siempre podemos aderezar la ensalada con tomate, pepino, zanahorias ralladas y/o cebollas cortaditas.
Es útil conocer las características de las diferentes lechugas que incorporamos a la ensalada (sabor suave, multiuso, resistente y picante), cada una con sus peculiaridades distintas que se “comportan” de forma diferente. Tenemos las ensaladas verdes suaves, utilizando variedades de lechugas como el Iceberg, la Hoja de Roble, la Romana, la Rúcula y también podríamos utilizar hojas tiernas de espinaca y berros.
Ensaladas elaboradas
Una ensalada elaborada es más que una simple colección de lechugas en un bol. Un ejemplo clásico es la Ensalada Niçoise, que puede constituir una comida perfecta en un día de verano.
Para una ensalada elaborada ideal no hay una receta pero si hay algunas reglas.
Comencemos con las lechugas más fuertes: las lechugas blandas tienden a aplastarse en una ensalada grande.
A continuación, puede agregarse uno o dos elementos de frutas, verduras, y/o proteínas. Podemos usar lo que tengamos a mano y buscar una mezcla artística de texturas, colores, formas y gustos. De cualquier manera, todo lo que hagamos probablemente estará muy bueno. De seis a ocho ingredientes en total puede ser el número perfecto. Si ponemos muy pocos nuestro paladar se aburrirá.
Atrevámonos con un aderezo importante, uno con un elemento cremoso como aguacate, queso o yogur para mezclar todos los componentes de la ensalada.
Al preparar una ensalada grande, recordemos que las frutas y verduras agregan peso, pero, lo que es más importante, ofrecen una mezcla de colores y sabores atractivos. La forma del corte influirá en su consistencia. Las manzanas, los aguacates, los pimientos, el apio, las zanahorias, los pepinos, el hinojo, los champiñones, las cebollas, las peras, los rábanos, los guisantes, el calabacín y los tomates (escurridos en hojas de papel de cocina si están acuosos) hay que cortarlos en juliana (pelados, si es necesario). Los higos, nectarinas, melones, mangos y melocotones mejor cortarlos en trozos pequeños. Los tomates cherry y las uvas pueden ir enteros. Los espárragos, la remolacha, el brócoli, la coliflor, el maíz, los guisantes y las judías verdes deben cocinarse hasta que estén tiernos y cortarse en trozos pequeños.
La proteína es opcional, pero sacia mucho así que no abuséis. Si utilizáis un ingrediente suave como el salmón o el tofu, agregadlos al final para que no se deshagan. Si ponéis jamón cocido, jamón serrano, tocino o panceta mejor en cortadas muy finas. De manera similar, el salchichón, el chorizo o el salami en rodajas finas. También podéis echar a vuestra ensalada pollo (frito o asado) o ternera, en trozos pequeños. Y ¿cómo no? no nos olvidemos de los huevos, duros y cortados en cuartos o cortados por la mitad, o bien escalfados y dejados enteros.