No conozco a nadie a quien no le guste la crema catalana y puedes servir este postre en cuencos más pequeños o más grandes dependiendo de lo copiosa que haya sido la comida o lo que os guste el dulce.
Además, es perfecta para servir con unas frutas cortadas e incluso pasadas por la plancha.
Ingredientes:
620 ml. de leche entera.
Corteza de 1 limón.
1 rama de canela.
Yemas de 4 huevos hermosos.
80 gr. de azúcar.
1 cucharilla de maicena.
Ponemos a cocer la leche, con la corteza de limón y la rama de canela. Cuando alcance el punto de ebullición la retiramos del fuego y dejamos que infusione hasta que esté casi fría.
Ponemos en un bol las yemas de los huevos, les añadimos el azúcar y los batimos bien. Cuando las yemas y el azúcar estén totalmente integradas añadimos una cucharilla de café, colmadita de maicena, espolvoreándola sobre el huevo y lo removemos intentando eliminar todos los grumos posibles.
Retiramos de la leche la corteza de limón y la rama de canela y movemos la leche a una jarra.
Vertemos las yemas batidas en la cazuela donde calentamos la leche y le añadimos un tercio de la leche. La ponemos a fuego medio y removemos continuamente, con unas varillas, hasta que veamos que comienza a espesar. Seguimos incorporando el resto de la leche, poco a poco a la cazuela sin dejar de remover hasta que ya no tengamos más y separamos la cazuela del fuego cuando la crema alcance el espesor deseado.
Repartimos la crema, en caliente, en los moldes o cuencos donde la vayamos a servir y esperamos a que se enfríe a temperatura ambiente. Introducimos los cuencos al menos 1 hora en la nevera antes de caramelizar la superficie.
Sacamos los cuencos y ponemos sobre cada uno de ellos una o dos cucharadas de azúcar y la quemamos. Podemos hacerlo con un quemador de hierro de los antiguos pero nosotros hemos utilizado un soplete. Se recomienda realizar el quemado del azúcar justo antes de servirla para no darle tiempo a que se ablande y llegue a la mesa lo más crujiente posible.