Si hemos sido capaces de sincronizar bien nuestros relojes, a la misma hora en que se publica esta receta, el gran Tito hará pública una entrevista que me ha hecho para su blog salsero. Y creedme a mí, que no peco nunca de falsa humildad (ni de postureo, ¡que mis gafas son de miope de verdad!), si os digo que estoy que no quepo de orgullo, pues paso a formar parte de su comunidad de invitados salseros, dónde hay un nivelazo y se junta lo mejor de cada casa.
En fin, que no sólo hay una entrevista, que os ruego encarecidamente que leáis tanto si me admiráis (cosa harto normal), como si buscáis motivos para flagelarme en las redes (también los encontrarás), sino que dejo la receta para elaborar nosotros mismos Sambal oelek, que más que una salsa, es un ingrediente muy típico que se utiliza en muchísimas elaboraciones en todo extremo oriente (principalmente en Indonesia y en los gases lacrimógenos de la India) y tiene infinidad de aplicaciones más, como servir de excusa para montar un concurso del nivel de:
- No tienes hue... a comerte una cucharada de esto.
- ¿Qué no?
- (...)
La historia acaba con un ingreso en urgencias por shock anafiláctico y quemadura de exófago.
No me extiendo más, tenéis la receta y algo de historia en el blog de Tito, dónde podréis ver que puede utilizarse para elaborar armas de destrucción masiva.
Yo lo que he hecho es aprovechar el sambal oelek que elaboré para la receta y lo he utilizado en algo muy común, unos humildes garbanzos (he confesado ya muchas veces mi garbanzofilia. Que le vamos a hacer, algunos son anglófilos y a mi me ponen los garbanzos).
La verdad es que la primera vez (1) lo hice sin intención de publicar, más bien como una comida más en la inercia de aprovechar lo que había cocinado para el post. Lo que ocurre es que subí la foto a Instagram y tuvo muy buena acogida, así que me animé a repetirla con alguna variación y aquí la tenéis.
Toda la receta respira aroma asiático para acompañar el sambal, pero podéis sustituir casi todos los ingredientes (yo no lo hago, entre otras cosas, por aquello de amortizar la visita que hice a un super de comida asiática de esos que te venden la salsa de soja en arrobas y me quedan cosas en cantidades "como para una guerra") por otros más accesibles. Lo único fundamental en esta receta son los garbanzos y el sambal. Tal cual.
Como os digo muchas veces, más que una receta, os propongo ideas. Os muestro cosas que pueden ser el inicio de algo mejor o incluso un callejón sin salida (o mi tarjeta de visita a un frenopático).
A ver que os parece esto.
Ingredientes:
Sambal oelek (con una cucharilla puedes tumbar a tu cuñado).
Garbanzos cocidos (como para una boda).
Cebolleta (al gusto).
Hinojo (la tercera parte en volumen que de cebolleta).
Jengibre fresco rallado (al gusto, para mí mucho).
Ajo (un diente por comensal).
Aceite de sésamo tostado.
Salsa de pescado (puedes sustituirla por sal común).
Lima. (*)
Lima kaffir (*) (puedes sustituirla por lima normal, no huele igual, pero es menos snob)
Eneldo fresco (para esto no hay sustituto, pero si no te gusta lo cambias por cilantro, menta o lo que se te ocurra, o casi... el laurel creo que no pega).
Elaboración:
1.- Ponemos a calentar a fuego muy fuerte una sartén o un wok y partimos de los elementos preparados en una "mise en place". Para ello habremos picado en brunoisse la cebolleta y el hinojo, pelado el jengibre y pelado y picado el ajo.
2.- Añadimos aceite de sésamo y a partir de ahora procedemos con mucha rapidez (este aceite humea a mucha menos temperatura que el de oliva). Añadimos el ajo picado y unos segundos después el hinojo y a continuación la cebolleta. Removemos.
3.- Cuando la cebolleta comience a cambiar de color, añadimos los garbanzos cocidos y removemos hasta que comiencen a tostarse.
4.- En este momento añadimos el jengibre rallado, ¿cuanto?, al gusto, a mi me gusta bastante, así que pongo mucho y una cucharadita de sambal oelek por persona, (dos si os gusta el riesgo y tres si habéis decidido escapar de este mundo cruel con una muerte por sobredosis de capsaicina).
5.- Removemos, integramos, apagamos el fuego y exprimimos una lima por encima.
6.- A la hora de servir añadimos ralladura de lima kaffir.
(1) Esto me recuerda a mi amiga M. Luz, que me cuenta que cuando escucha algo de tipo: "Octavas jornadas escurialenses de la seta procaz", siempre suelta algo como: Anda, ¿ha habido siete ediciones anteriores?, ¡y yo sin enterarme!.
(*) Ya se que suena muy friki, pero es que a mi me pìerden las limas, siempre tengo y las uso en secuencia, es decir, la que rallo, será la que exprimo en el siguiente plato, que será sólo un rato después... y si tengo lima kaffir, sólo la rallo, porque tiene muy poco zumo y casi siempre infinitas pepitas.
Espero que os haya gustado esta pequeña idea-locura que, os aseguro, está absolutamente deliciosa, eso sí, siempre y cuando os guste el picante, la lima, el eneldo, el jengibre, el aceite de sésamo, la cebolleta, los garbanzos tostados y tumbar a vuestros cuñados.