Esta receta lleva su tiempo, porque todo lo bueno debe llevarlo. El proceso es un acto de paciencia, de mimo, de dejarte llevar, de respirar los aromas y corregirlos a tu antojo. Al final obtendrás una carne tierna como la mantequilla, que se deshará en el paladar, que estará llena de sabor, de matices y de fragancias que te recordarán a tiempos pasados, corrijo, a los buenos tiempos pasados.
Esta receta conviene prepararla en una buena olla (la mía de hierro fundido), ya que puedes cocinarla o bien al fuego o en el horno tapada. Hay que tratar a los ingredientes con cuidado, dejando que cobren el protagonismo que merecen y regodearte en las hierbas aromáticas. Tiene que saber a hogar.
Además la carne de pavo es especialmente sana y baja en grasas, una perfecta estrella para encabezar este cartel. Y si todo esto no te parece suficiente, le he pedido a mi admirado Alfred Hitchcock que me preste su maravillosa pieza "Crimen perfecto" para la comparación gastro-cinéfila. Tras la receta podrás disfrutar de ella, descubrir secretos, volver a enamorarte del cine y leerlo con voracidad. Espero que lo disfrutéis. ¡Mandiles arriba!
Ingredientes (4 personas)
600-700 grs de carne de pavo troceada
2 zanahorias
1 cebolla grande
2 dientes de ajo
1 berenjena
100 grs de guisantes congelados
Tomillo fresco
1 vaso de vino tinto
500 ml de caldo de pollo Aneto
8-10 patatas de guarnición
1 hoja de laurel
Sal, pimienta negra y aceite de oliva
Tiempo
2 horas
Película comparada
"Crimen perfecto" (Alfred Hitchcock, 1954)
En una olla de hierro fundido (apta para cocinar en el horno) echamos 2 o 3 cucharadas de aceite de oliva. Sofreímos la cebolla picada en brunoise (trocitos) y los dientes de ajo muy picados. Dejamos cocinar, removiendo frecuentemente, unos 10 minutos a fuego moderado.
Añadimos el pavo troceado y salpimentado. Lo cocinamos bien hasta que se selle por todas sus caras y con la olla tapada. NOTA: Iremos removiendo de vez en cuando, con cuidado, sin prisa.
Agregamos la berenjena picada, los guisantes y la zanahoria. Cocinamos 2 minutos.
Añadimos el caldo de pollo (mejor si está caliente) y el vino tinto. Probamos y corregimos de sal y pimienta si hiciera falta. Incorporamos las patatitas y removemos.
Por último añadimos las hierbas: laurel, orégano, tomillo... Removemos con cuidado para integrar los sabores y metemos en el horno precalentado a 160-170º durante 1 hora y media.
NOTA: Cada cierto tiempo conviene sacar la olla y remover. También se puede preparar en el fuego o vitro a potencia suave. Que hierva lentamente, que se vayan aglutinando los aromas sin prisa...
Podemos presentar la olla directamente en la mesa y servir caliente. Veréis que el pavo queda muy jugoso y tierno, que las verduras se deshacen en la boca y que la salsa será pasto de la barra de pan que tengáis a mano. ¿Ha entrado hambre, eh? ¡Pues que aproveche, hitchcookian@s!
Película ideal para degustar este plato
DIAL M FOR MURDER
("Crimen perfecto" de Alfred Hitchcock - 1954)
Tenía ganas de volver a mis orígenes cine-culinarios y rendirle otro sentido homenaje al Maestro de Maestros. Y lo hago con una comparación aparentemente imposible (creo que casi todas lo son) pero que trataré de dotar de sentido. Cuando he presenciado el argumento de la receta y he visto que todos los ingredientes se arremolinan en un único decorado, mi alocada mente enseguida ha fantaseado con una de las más complejas, maravillosas y sobresalientes cintas del Genio: "Crimen perfecto"
Pero primero pongámonos en antecedentes. En 1954 (una fecha prolífica ya que estrenó también "La ventana indiscreta"), Hitch ya había asaltado Hollywood. Su nombre era reconocido, su talento incomparable, su cine mundialmente admirado. En la primera mitad de la década ya había regalado al gran público obras del calibre de "Yo confieso" o "Extraños en un tren", pero sería en el 54 cuando sus trabajos en color empezarían a cobrar protagonismo (su primera incursión fue en "La soga" del 48). "Crimen perfecto" sería su primer y único experimento en 3D. Un director incansable y abierto a nuevas técnicas para fascinar al espectador y jugar con su concepción del medio cinematográfico. Su trabajo de luces, su planificación con los elementos de la escena, sus hábiles movimientos de cámara en un espacio limitado y su mordaz humor negro, encumbrarían una trama aparentemente sencilla pero de un complejo calado de investigación.
"Crimen perfecto" es una pequeña casa (o ratonera) donde se mueven a ritmo pausado personajes de distinto índole: maridos crueles (Ray Milland), elegante maquinador , esposas bellas e infieles (Grace Kelly, primera de las tres colaboraciones que realizó con su musa rubia), amantes encubiertos (estupendo Robert Cummings), investigadores sagaces (el británico John Williams) y asesinos involuntarios (Anthony Dawson). Pero sobre todo es un lugar donde confluyen elementos, y son esos elementos inanimados los que mueven la historia y condicionan el destino de los seres humanos: las llaves, las tijeras, el sobre, el teléfono, la caja de costura, la gabardina, el felpudo, las medias, las cortinas... No hay nada gratuito. Cada detalle es revelador, es narrativo, es suspense, es Hitchcock.
La trama (sencilla pero muy amena) gira en torno a la figura de un ex tenista profesional que ve cómo su vida conyugal se va al garete. Temeroso de perder la herencia de su mujer, conjuga un plan maquiavélico para deshacerse de la rubia de turno sin mancharse las manos. Para ello chantajea a un antiguo compañero y le obliga a cometer el crimen, pero sus planes se truncan cuando la bella mujer se defiende y acaba por librarse de su atacante con unas tijeras bien clavadas en el omoplato. Esa es la tela de araña que teje el maestro para desatar las pasiones ocultas y las pistas que deberá seguir la policía para desentrañar su "crimen perfecto". El juego comienza. La tensión, las dudas, los temores y las verdades más oscuras empiezan a salir a la luz bajo la batuta milimétrica de Hitchcock, creando una atmósfera agobiante y dotando de vida a los objetos. Algo a la altura de muy pocos contadores de historias.
Nuestra receta se encierra en el asfixiante entorno de una olla de hierro fundido, que nos hace las veces de apartamento londinense. Ese espacio es donde se cocina la trama y donde los ingredientes-personajes irán metamorfoseándose, transformando su pureza inicial en virulencia, en desconcierto, en pánico. Pocos elementos para conjugar una pieza maestra: unas verduras, el pavo, la patata, líquidos y hierbas. Comienza el crimen...
El pavo representa claramente (o al menos en mi alocada mollera) a Tony Wendice, es decir, al sumo hacedor del plan, al urdidor de la tragedia, a la mente refinada y malévola. Un personaje que a primera vista se nos muestra cortés, detallista, puro y desprovisto de maldad. A raíz que se va caldeando la olla (o la estrategia criminal) vamos descubriendo sus verdaderas intenciones y su personalidad oscura. Se va sellando en el aceite su corteza, se endurece su rostro, cambia totalmente de tonalidad su británica e impoluta presencia inicial.
Los personajes empiezan a sucederse y a arremolinarse en torno a ese apartamento, escenario del intento de crimen. La olla es testigo de las relaciones sentimentales (ocultas de principio) como la de la bella mujer - rubia como la patata- con el afamado escritor de novelas policíacas. Ese idilio secreto o sofrito, se va mezclando y disfrutando de su amor a fuego lento. Y es entonces cuando surge el golpe maestro, cuando Hitchcock se recrea en el acto violento, en el asesinato a sangre fría (o a caldo caliente)
El vino tinto juega aquí las veces de elemento sanguinolento de la escena cine-culinaria. Suena el teléfono. Ella lo coge, dando la espalda a las cortinas. Y se desata el ataque, que culmina con un "trinchamiento" de espalda a golpe de tijeretazo. El rojo del vino cubre la base de la olla como la sangre de la víctima cubre la moqueta del salón. Las piezas del puzzle se desperdigan (zanahorias, berenjena, pavo, guisantes...) para dar paso a la investigación policial.
Ahora toca desentrañar este crimen, seguir las pistas, cocer a fuego lento todo el proceso, guiarse por el olfato, rectificar sobre la marcha (de sal o de acusaciones) y descubrir al verdadero villano. De ese modo, el líquido se consume como las excusas, y acaba por sacar a flote al marido criminal, que acaba ablandándose como la carne de pavo, y asumiendo sus terribles actos.
"Crimen perfecto" es un divertimento maravilloso para los amantes del buen cine y de las historias (tan hitchcokianas) de crímenes ejecutados por mentes superiores. Un juego de sombras que nos hará pensar, disfrutar, sufrir y ser un poco detectives en cada secuencia. Algo así como nuestro ragú, al que hemos ido siguiendo la pista durante un cocinado suave y al final, hemos terminado por resolver el caso. Ahora nos toca la recompensa...
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