Su primera idea fue pasar unos meses lo más alejado posible del trasiego de la ciudad
Esos pocos meses eran los que tenía previsto hasta que se le acabara el dinero
Mientras tanto, iba a desconectar por completo. Fuera ruidos y cemento
Quería recuperar el gusto por dormir, el gusto a disfrutar de la comida, de la lectura
Básicamente, no hacer nada y disfrutar plenamente de lo poco que hiciera
Llevaba libros que ya ni recordaba cuándo los había comprado. Los tenía encima de escritorio, como recordatorio permanente de su falta de tiempo
Pero eso iba a cambiar, por unos meses, pero iba a cambiar
Instalarse en la calma y deshacerse del estrés, le costó solo una semana
Pasaron los meses previstos, se le acabó el dinero y las lecturas
No sufrió por ninguna de las dos cosas
Cada mes el cartero le llevaba libros
La dueña de la casa de campo que tenía alquilada llegó a un acuerdo con él
Se encargaría de recuperar la huerta y de mantener la casa en buen estado, que falta le hacía
No fueron pocos los arreglos que tuvo que hacer, pero nada comparado con los balances, gestiones administrativas y financieras y un sinfín de otras funciones que le esperaban si volvía a su vida anterior. Su elección ya estaba hecha
El huerto le daba para vivir de sobra, así que empezó a vender los días de mercado en la plaza del pueblo
Para ser de campo vivía en permanente movimiento, eso fue lo primero que pensó cuando vio a aquella mujer
Pequeña, sonriente, no paraba quieta
Él ya estaba recogiendo su puesto cuando se le acercó con una tarta
Le dijo que se la cambiaba por unos tomates, una lechuga y nos calabacines para hacer una tortilla. Los huevos ya los había conseguido en el puesto de al lado
No le dió tiempo a reaccionar, pero le pareció una buena idea y más viendo cómo olía aquella tarta
Desde aquel primer día, esperaba ansioso verla aparecer. Siempre al final del mercado, siempre sonriendo
Ya no esperaba a saber lo que le pediría. Se adelantaba, guardándole algunas de las mejores verduras de su huerto
Cuando la veía marcharse, casi saltando, saludando a todo el mundo, pensaba en invitarla a cenar algún día
Ahora tenía todo lo que siempre había deseado
Amaba su soledad y aquella calma que tanto le había costado y no pensaba renunciar a ella, pero sabía que las cosas buenas siempre se tienen que compartir, para que sean aún mejores
Con calma, estaba seguro que aquella primera cena llegaría
INGREDIENTES
50 g de semillas de amapola
60 ml de leche
185 g de mantequilla
1 cucharada de ralladura de naranja
220 g de azúcar
3 huevos
225 de harina bizcochona
75 g de harina
60 g de almendra molida
125 ml de zumo de naranja
Para el sirope de naranja
220 g de azúcar
160 ml de zumo de naranja
80 ml de agua
ELABORACIÓN
Mezclar las semillas de amapola con la leche. Dejar reposar 20
Batir la mantequilla reblandecida, la ralladura de la naranja y el azúcar
Añadir los huevos uno a uno
Añadir las harinas, la almendra, el zumo de naranja y la mezcla de semillas
Menú horno 40
Dejar reposar dentro de la cubeta 5
Poner encima de una rejilla con un plato debajo
Para hacer el sirope
Poner todos los ingredientes en un cacito
Fuego lento e ir removiendo, sin que llegue a hervir
Cuando el azúcar se haya derretido, llevar a ebullición
Dar la vuelta al bizcocho y verter el sirope caliente por encima
El sirope que caiga al plato, volver a verter encima del bizcocho
Receta adaptada del libro Repostería Casera Colección estilo gourmet Editorial Susaeta pág. 26
Este es el molde que he utilizado para hacer este bizcocho, dentro de la cubeta. Pulverizado con spray desmoldante