Cuando estaba preparando este cabello de ángel, se le antojó un poco. A mí no hace falta mucho para liarme, así que uno de los botes se fue derecho a Valencia; obviamente si no me hubiera apetecido tener un detalle con él, no lo hubiera hecho.
Es un buenazo, de ese tipo de gente que da lo que tiene, y que sin conocerle mucho se puede leer a través de él. Por eso, cuando me sugirió esta entrada colaborativa me pareció una manera estupenda de trabajar con él.
Conste en acta que la receta no es mía, sino que vino en su origen con unas cuantas cidras que Javier, compañero de trabajo de mi padre, le regaló. Así que los méritos y parabienes son para él, bueno, y también para mi padre porque fue el que lo hizo por primera vez en casa.
Sin duda es una receta laboriosa que lleva nada más y nada menos que... ¡Cuatro días!, pero para nada complicada y con un resultado tremendo.
La cantidad que te salga, como en toda conserva de frutas y azúcar, es variable; en cualquier caso cuenta conque por norma general la proporción de fruta y azúcar es 1:1, así que te saldrá más o menos el doble en peso de la fruta.
Necesitarás:
- Cidras
- azúcar
- 1 palo de canela
- Cáscara de naranja o de limón
Primero, hay que partir las calabazas con mucho cuidado y un buen cuchillo... ¡la cáscara es durísima! Al partirlas en cuartos, te será más fácil introducirlas en la olla exprés.
Si quieres guardar pepitas para plantar, recuerda hacerlo antes de cocerlas o serán inservibles. Las pepitas maduras son coriáceas y marrones, mientras las que todavía están verdes son más blanquecinas y blanditas. Como vas a tener que quitarlas de todos modos, es un buen momento para hacerlo porque la carne está tersa, y es posible que tras la cocción todavía quede alguna.
Ojo, si quieres plantar las semillas no las laves, aunque estén pringosas: de hacerlo, enseguida los mohos las colonizarán y serán inservibles; es mejor dejarlas secar sobre un papel de cocina separadas unas de otras.
La cocción se realiza aproximadamente en 5-6 minutos. No conviene pasarse porque va a llevar sucesivas cocciones, y no queremos que pierda textura.
¿Sabes por qué se llama cabello de ángel? En el siguiente paso lo averiguarás: para limpiar la cáscara se "peina" con un tenedor la pulpa, sin rascar demasiado en la corteza para que no le aporte amargor. Así van saliendo las hebras, y entre ellas aparecerán más pepitas y otras hebras más duras donde están agarradas, que también hay que desechar.
Una vez limpia la pulpa, se deja reposar en agua fría durante un día entero para que no se quede blandurria.
Al día siguiente, se escurre ligeramente: no tiene que chorrear pero tampoco quedar muy seca. Se pesa y se añade la misma cantidad de azúcar a una olla, junto con la pulpa, un palo de canela y la cáscara de un limón o de naranja.
Se le puede poner distintas proporciones de azúcar blanco y azúcar moreno para darle un color más rubio o más tostado, esto va según gustos. También le dará un sabor a caramelo muy interesante.
En ese momento se pone a hervir a fuego lento, moviendo para que no se queme, durante 15 minutos. Se deja enfríar y se repite el proceso dos días más. Tiene que llevar en total tres hervores de la misma forma.
Si escurriste demasiado, puedes quedarte sin agua para las cocciones y se te pega o se te quema; puedes incorporar un pelín de agua.
Si escurriste poco, quedará un cabello de ángel con mucho almíbar; no te recomiendo que lo cuezas más tiempo si es mucho líquido no sea que quede demasiado blando. Es mejor reservar ese almíbar (que está tremendo) para barnizar unas futuras bayonesas de cabello de ángel, o usarlo en otras preparaciones.
Una vez frío, sólo queda embotar en tarros estériles, hacer el vacío cociendo unos quince-veinte minutos cubiertos por completo con agua y dejar enfriar bocaabajo.
Cuando lo embotes, al ser una mezcla muy densa, es posible que queden burbujas de aire atrapadas en el tarro. En la medida de lo posible, remueve bien con una cucharilla para que esas burbujas salgan y no malogren la conserva.