El martes pasado era la primera vez que mis alumnos de tutoría tenían clase con Zoe, una de nuestras auxiliares de conversación, después de las vacaciones. La actividad durante la clase consistió en charlar sobre lo que habían hecho durante las vacaciones y Zoe les hacía preguntas de todo tipo. Una de ellas era sobre su comida favorita en Navidad y me sorprendió la respuesta de muchos de ellos: "la sopa de marisco", pero no sólo me sorprendió (gratamente, claro), que su plato favorito fuera de pescado, sino que también ver cómo sigue presente en nuestras mesas en época de fiestas. Mi madre también solía prepararla hace años, sobre todo para cenar en Nochebuena o Nochevieja y en el pueblo de mi suegra se preparaba como uno de los tres primeros platos (sí, sí, tres) el día de Asturias, el 8 de septiembre.
Aunque cuando era niña no me gustaba mucho el pescado y renegaba muchísimo cada vez que mi madre me plantaba delante el plato de sopa, debo decir que en cuanto me metía en la boca la primera cucharada dejaba de renegar, y es que estaba rica, muy rica.
La receta que os traigo es la que prepara mi madre, y no es porque sea ella, pero pocas sopas de marisco están tan ricas como la suya, os lo aseguro, y es que las madres tienen un ingrediente secreto que hace que todo nos sepa de maravilla, ¿verdad?.
SOPA DE MARISCO
Para 4 personas:
1 bandeja de preparado para paella de Mercadona (chirlas, mejillones, gambas y calamares); 3 cucharadas de tomate natural triturado; 1/2 cebolla fresca grande; 1 diente de ajo; 1/2 pimiento rojo; 1 chorro de vino blanco seco; 1/2 l de agua; sal; Perejil fresco.
Comenzamos poniendo las chirlas en agua y sal gorda para que suelten el exceso de tierra que puedan tener. Con una media hora será suficiente, pero cuanto más tiempo estén, más limpias quedarán.
Por otro lado, pelamos las gambas y pondremos las cabezas y las carcasas en una cacerola con agua. Salamos y ponemos a calentar, retiramos cuando rompa a hervir.
En otra cacerola ponemos los mejillones con un poco de agua, tapamos y ponemos al fuego hasta que se abran. Colamos el agua de cocción y la reservamos. Quitamos la concha a los mejillones una vez que estén fríos y reservamos el bichito.
Troceamos la cebolla fresca y el pimiento en cuadraditos finos y el ajo en láminas. Ponemos aceite en una cacerola honda y, cuando esté caliente, añadimos la cebolla en primer lugar, salamos y dejamos pochar unos dos minutos, pasado este tiempo añadimos el ajo, removemos durante un minuto y añadimos el pimiento.
Tapamos y dejamos pochar a fuego suave hasta que las verduras estén blanditas. En ese momento añadimos el vino blanco, subimos el fuego y dejamos que se evapore. Cuando ya se haya evaporado, añadimos el tomate frito y removemos bien, dejamos cocinar todo junto unos tres o cuatro minutos. Ahora añadiremos el calamar troceado, removemos un par de minutos y añadimos las chirlas, (podemos abrirlas fuera pero si lo hacemos dentro, dejan un gusto muy bueno), removemos y añadimos el caldo de las gambas colado y también el de los mejillones que habíamos reservado y dejamos que rompa a hervir. Bajamos el fuego y dejamos cocer a fuego lento unos cinco minutos.
Pasado este tiempo añadimos los mejillones, las gambas y los fideos. Cocemos otros cinco minutos hasta que los fideos estén listos y servimos con unas hojitas de perejil fresco.
Si queréis mejorar la receta y hacerla aún más rica, podéis enriquecer el caldo con huesos de rape y añadirle la carne troceadita a la sopa.
Sin duda el sabor de la sopa de marisco me hace sentir como Anton Ego, en Ratatouille cuando prueba el plato del mismo nombre, y el sabor le hace recordar su infancia. Curioso como algo tan simple como un olor o un sabor tiene el poder de hacernos viajar en el tiempo y de grabar momentos en nuestra memoria. Pocas cosas consiguen algo así, ¿no os parece? Por eso adoro la cocina.
¡Feliz Domingo!