A finales del siglo XIX, el industrial malagueño de ascendencia inglesa, Eduardo Huelin promovió un proyecto de ensanche en los terrenos próximos a su fábrica de azúcar, adyacentes a la ferrería de los Heredia, La Constancia, y a la Industria Malagueña, empresa textil de los Larios. Con la excusa de acabar con las malas condiciones higiénicas de los corralones de vecinos, proyectó unas mil viviendas unifamiliares, organizadas en manzanas cuyos chaflanes ocupaban casas de dos plantas destinadas a los capataces. El verdadero motivo era suprimir los espacios sociales comunes y las tabernas donde las ideas de la lucha obrera corrían como la pólvora.
Situado en el lado oeste de la ciudad, donde la "gente bien" de Málaga no quería vivir hasta hace poco, se ha convertido en los últimos años en una de las zonas más caras, el paseo marítimo de Poniente que empieza por el Paseo Marítimo Antonio Machado, continúa con la Glorieta de Antonio Molina y se prolonga con el Paseo Marítimo Antonio Banderas. En Málaga si te llamas Antonio, te dedican calles.
Los ingredientes
Hacer el sofrito
Sigue siendo un barrio obrero en gran parte y marinero por su cercanía al mar. Cerca de la Glorieta de Antonio Molina que luce un busto del cantante malagueño, hay un murete de ladrillo y mosaico que plasma una estampa de la Virgen del Carmen. Siempre tiene flores. A mediados de Julio, una imagen de esta advocación sale en procesión desde su capilla al atardecer y es embarcada en una jábega que recorre la bahía bendiciendo las aguas acompañada de medio barrio vestido de marengo, mientras el otro medio en traje de baño, abarrota el paseo marítimo y se mete en el agua arriesgándose a morir triturado por las aspas de las lanchas y motos de agua que van y vienen a toda velocidad. Las ofrendas florales a los marineros fallecidos durante el año son emocionantes y la Salve Marinera suena como nunca.
Freír las almendras y el pan y triturar
Pasarlo sobre el pescado cocido con las almejas
Nos mudamos allí hace casi veinte años, justo cuando estaban haciendo el paseo marítimo que bordea las playas típicas malagueñas de arena negra y piedras que llamamos chinos. Allí nos encontramos todos los vecinos tomando el sol y disfrutando de las delicias del verano, chiringuitos incluídos que no faltan, con sus espetos de sardinas, conchas finas y pescaíto frito que nos hacen más ameno si cabe el largo y cálido verano. A lo largo del día, gente caminando y corriendo solos o en grupo, son tiempos de hacer ejercicio. Hay quien prefiere ir a un gimnasio Go Fit que está a la entrada de nuestro parque Huelin. Amén de árboles, plantas y una rosaleda, hay dos estanques y una glorieta de música que nunca se ha utilizado para dar conciertos que yo sepa. Somos tan modernos, que tenemos un espacio cerrado para que los perritos y sus dueños socialicen y hagan amigos. Cerca del estanque más grande, un grupo de gente hace tai-chi formando una rueda con movimientos a cámara lenta, empujando algo invisible, agachándose y elevando los brazos en un baile casi místico. Un pato migratorio se quedó en el estanque porque se rompió un ala y desde entonces, está de okupa compartiendo agua con las gaviotas y tortugas que llevan los nenes cuando se cansan de tenerlas por mascotas. De vez en cuando los del Ayuntamiento hacen una razzia y se las llevan. Al poco tiempo aparecen de nuevo y vuelta a empezar. Los cuartos sábados de mes montan un mercadillo ecológico al que voy poco porque siempre se me olvida, me acuerdo antes o después. Cuando he ido, vuelvo a casa con productos que no necesito pero muy sanos y naturales.
Desleír con el caldo del pescado
Añadir
No conocía yo Huelin, y cuando compramos sobre plano un piso allí, me encantó ese barrio de gente tan vital, sociable, y con chispa. Al principio, iba yo en el autobús a ver la marcha de la obra de nuestra nueva casa. Era un vehículo ya viejo, de esos que al poner punto muerto traquetea y vibra. Al parar en un semáforo empezó el movimiento desaforado y se oyó a una señora que iba sentada. "¡Ay, qué meneíto...!" Todos nos reíamos. Los pasajeros me avisaban de tenía que apearme, "señora, su parada", porque me oían decirle al conductor dónde me bajaba, todavía no conocía el barrio.
Una vez instalados, yo que nací y me crié en un barrio de gente un poquito estirada, me sorprendía agradablemente al ver cómo los vecinos se paran a charlar contigo aunque no te conozcan.
Calentar bien
Lo mejor, el mercado municipal. Allí se vende el pescado de más calidad de Málaga, con permiso de los paleños. He comprado marisco y pescado vivo y coleando. En casi cualquier puesto, hay género sobresaliente, pero yo tengo a mi pescadera de cabecera: Mari. Su familia es de pescadores, tienen todavía barcos de pesca de bajura en La Cala del Moral. Me ha pasado muchas recetas y yo también a ella. Con el tiempo y la confianza me llama "ía" (hija) aunque es casi de mi edad.
- ¿¡Dónde va lo más bonito, íaaa!? Ay, mi Maricrú...-, grita cada vez que aparezco.
- ¡A ver a la más guapa del mercado, Mari !-, grito yo también para estar a su altura y porque la quiero de verdad.
Es un mercado muy particular, en el que me divierto cada vez que voy. Una vez por semana compro flores frescas, una costumbre que tengo desde siempre. Gemma, la niña del puesto de flores, macetas, tierra, abono..., me aconseja acerca del cuidado de mis plantitas; tengo la terraza que ya mismo vamos a tener que entrar con machete. En el pasillo contiguo, hay un puesto de productos de droguería.
- Señora, ¿quiere usted aguacates?-. me interpeló una vez mientras me mostraba unos cuantos desde una esquina dentro del puesto.
- ¿Perdón? -, dije yo que había pedido lavavajillas.
- Sí, es que tengo un campito con aguacates, limones, y otras cositas. Son muy buenos, todo natural, sin pesticidas -. Miré con aprensión al puesto de un frutero justo en frente.
- Ah, que le hace usted competencia a los de la fruta y verdura...
- Jeje, ¡si son cuatro cosillas de nada!
- Y, ¿Dónde tiene usted el campito?, que supongo que no le dará más que disgustos -. Eso es lo que dicen todos los catetos, no vayamos a creernos que nadan en la abundancia y nos liemos a pedirles dinero o algo.
- En Churriana, y diga usted que sí, mucha trabajera pa ná -. Total, que le compré unos cuantos que pesó en un peso electrónico de cocina. Hace poco, me ofreció habas.
En justa deslealtad, mi frutero también vende huevos de su corral y aceite de los olivos de su padre. La de los huevos vende además, pan de pueblo; el de ultramarinos y especias vende muñecas de porcelana, que hizo una colección y como ya no las quiere... Me las enseñó en fotografías de su móvil. No me voy a extrañar si un día me ofrecen camarones los de la carne.
Y fuera del mercado, están los que venden tagarninas, caracoles, espárragos trigueros, limones de vaya-usted-a-saber-dónde, frutas variadas según la estación, y hasta chismes y cachivaches de segunda mano. Las cafeterías se llenan de parroquianos tomando café y churros, hay algarabía.
Y sí, me gusta mi barrio.
Esta receta me la dio Mari, es muy parecida a la que yo hacía. Me recalcó que pasara el refrito por el pasapurés, porque con la minipimer no es lo mismo. Yo le hago caso a mi Mari.
Caldillo de pintarroja
Ingredientes.
2 ó 3 pintarrojas peladas y ya cortadas. Esto lo suele hacer el pescadero.
200 gr de almejas.
Un puñado de almendras. Yo las tenía sin pelar, así que se escaldan en agua caliente y la piel sale fácilmente.
Pan atrasado.
1 pimiento verde.
Un tomate o tomate triturado.
1 ó 2 gundillas.
Aceite de oliva.
Limón.
Sal.
Elaboración.
Poner a cocer la pintarroja en una olla con agua y sal. Añadir las almejas cuando el agua esté caliente.
Mientras, hacer el sofrito con los ajos, el pimiento y el tomate. Salar. Pasar por el pasapurés sobre el caldo.
En el mismo aceite, freír los ajos, el pan y las guindillas. Triturar, desleír con caldo de la pintarroja y volcar sobre la olla.
Calentar todo bien y servir muy caliente, acompañado de una rodaja de limón que se estrujará al momento se tomar.
Se suele servir en vaso o taza porque se bebe. Las almejas y la pintarroja se comen al final cuando ya no queda caldo.
Nota. Cuando me acuerdo, le pongo una ramita de yerbabuena.