Los impresionantes eucaliptos que en los frios dias de invierno, cuando el levante nos transportaba el salitre de la mar desde el mismo rebalaje nos arrullaban cantando al unísono con las olas.
En esos dias calurosos malagueños, cuando el sol apretaba con sus rayos, la hermosa arboleda nos regalaba con su espesura y frondosidad sombra sobre mi casa.
En los largos dias de invierno pegada al ventanal, sentada en mi querida butaca, leyendo tebeos de hadas y escuchando de fondo la lluvia, el viento y el canto de las hojas de los eucaliptos y en verano esos mismos arboles me permitían poder jugar en el entorno de su grueso tronco y sentarme en sus raices con un bastidor intentando aprender a bordar como mi madre, agradeciéndo el abanicar que sin cansancio nos hacían, dándonos un soplo de frescor en las largas tardes veraniegas.
Mis dias de verano transcurrían felices y tranquilos, por las mañanas y una vez que la Virgen del Carmen el 16 de Junio bendecía el mar ayudada por los marengos en procesión, a hombros, como sólo los malagueños que transportan en los tronos a sus santos saben hacerlo, entonces era cuando nos podíamos bañar en la mar. Ya al día siguiente, mi madre me permitía cruzar las vías del tren y y frente al añorado restaurante Casa Pedro, con mi enorme cámara de rueda de camión negra, a modo de flotador, más alta que yo, y que me traía mi padre de los autobuses Suburbanos en los que trabajaba como conductor, me iba a la playa.
A la vuelta, el menú que nunca olvidaré, después de un reconstituyente baño en el patio de mi casa con agua fria para quitarme el salitre: potaje de lentejas con arroz, boqueroncitos vitorianos fritos en manojitos y cerezas.
El potaje , en ésta ocasión de lentejas pardiñas tal y como lo preparaban mi familia, intento hacerlo yo, pero garantizo que no me sabe igual; será el agua, los ingredientes que por mucho que una quiera no son como los de antes, aunque creo que es la falta de las manos amorosas de mi madre.
Ella lo hacía siguiendo estos pasos:
En una olla con agua y un buen chorreón de aceite de oliva virgen (a ser posible de Periana) cocer un tomate, un pimiento verde, media cebolla y una cabeza de ajo asada.
Una vez cocidos pasar por la minipimer el tomate, el pimiento y la cebolla y agregar el resultado nuevamente a la olla (ésto último no lo hacía mi madre, nos encontrábamos los trozos muy hechos, ya que se deshacen a fuego lento, pero a mi familia no le gusta encontrar la verdura y consigo con ésta técnica que se la coman al estar incorporadas en el caldo).
Cortar una zanahoria y un chorizo en rodajas y añadirlos al caldo.
Agregar azafrán ( en su defecto colorante alimentario) y dos hojas de laurel.
Echar las lentejas, dos puñados por comensal, a media cocción a fuego lento(teniendo en cuenta que el arroz necesita unos quince minutos de cochura), añadir patatas cortadas a cascos (que en ésta ocasión no puse para no hacer el plato tan completo) y uno o dos puñaditos de arroz al potaje y salar al gusto en éste momento (si se añade sal al principio, se despegarían las pieles de las lentejas).
Retirar del fuego y dejar reposar, en ése momento poner dentro de la cacerola unas cuantas rodajas de morcilla, a fin de que cuezan fuera del fuego y no se deshagan.
Hoy en día pueden encontrar chorizos y morcillas de Málaga, prueben las de Alhaurin el Grande, Ronda, o de cualquier otro lugar de la provincia; les encantará.
Yo sigo con el antiguo hábito de acompañar éste riquisimo plato danbo bocados a un pimiento verde, o la tradición de morder un casco de cebolla ó rabanos con un poco de sal a ser posible picantes.
¡¡ Disfruten de mi tierra !!