Un sudor frío le recorre la espalda, como a ráfagas. Siente que está pálido y sudado
No puede entender cómo ha llegado a esta situación. Se lo pregunta una y otra vez y no lo entiende
Son dos años ya los que lleva jubilados y ha montado su vida alrededor de cosas sencillas que le hacen las horas del día más llevaderas
Entre ellas no falta su partida de cartas o de domino
Casi siempre se juntan los mismos. Vecinos de la calle, que comparten horas de entretenimiento, con el aliciente de que paga los cafés aquellos que pierden
Cómo podía pensar que eso le pudiera llevar a la cárcel. No puede ni decir la palabra, no puede ni imaginar las consecuencias
Los que juegan se conocen y se entienden. Otros solo miran
Así pasan las horas, entre juegos y chanzas. Cada día lo mismo, las mismas caras, las mismas bromas, los mismos piques
Nunca pasa de ahí. Hasta aquella fatídica tarde
Jugaban al dominó. Cuatro hombres. Otros tanto se conforman con mirar
Entre ellos un gracioso. Siempre el mismo. El que no hace gracia a nadie. El que descubre el juego de los demás. El que sin jugar, interviene poniendo a los demás nerviosos
Si discuten, discuten por él. Se hace pesado, molesto
Lo ha recordado mil veces
No le cae bien ese hombre. Cuando él está, siempre acaban discutiendo entre ellos
Recuerda también que ese día no tiene un buen día
Así que acabó levantándose de malas maneras de la mesa, esparciendo sus fichas por la mesa
El otro siguió con sus gracietas y lo siguió hasta la barra
Maldito el momento en que lo empujó, solo hizo eso, empujarlo para apartarlo, para librarse de él, solo eso
Pero la mala fortuna hizo que perdiera pie y trastabillara, cayendo al suelo y golpeándose en la nuca
Después, todo fue un caos. Todos de un lado para otro. La llegada de la ambulancia. Las caras de preocupación. Las miradas hacia él. la policía acompañándolo a comisaría
Y ahora el juicio por la muerte de aquel hombre
Su abogado le decía que no iría a la cárcel
Eso le daba igual. No le daba igual, pero no era lo que le atormentaba
Le había quitado la vida a otro hombre. Por impulso estúpido
¿Por qué no hizo como otras veces y lo ignoró? ¿Por qué?
Sus hijos y nietos lo miraban con compasión. Su mujer no paraba de llorar y de compadecerse
Y él, con sesenta y ocho años, no se perdonaba
INGREDIENTES
600 g de gambones (opcional congeladas)
400 g de almejas (opcional congeladas)
50 ml de vino blanco
6 dientes de ajo
4 guindillas
Perejil
Aceite
Sal
ELABORACIÓN
Descongelar las gambas
Poner las almejas en un bol con agua y sal (aunque sean congeladas, siempre lo hago)
Poner aceite en la cubeta
Menú Cocina
Cuando el aceite esté caliente añadir la mitad de los ajos laminados
Dorar
Añadir las almejas escurridas y el vino
Cocinar 3
Retirar y reservar
En otra cubeta o en la misma limpia, poner aceite
Menú Cocina
Cuando el ajo empiece a dorarse, añadir las guindillas
Cocinar 2 removiendo
Retirar las guindillas
Añadir las gambas
Cocinar 3-4, hasta que cambien de color
Añadir las almejas reservadas con el vino y el ajo
Cocinar el conjunto unos 2
Servir espolvoreado con perejil
Receta adaptada del libro Recetas frescas y ligeras. Crea tus menús de Editorial Susaeta